Discípulos de Jesús

“Si hay dudas en que haya existido el propio Jesús más dudas sobre la existencia de sus discípulos” (887)

https://www.tendencias21.es/crist/Si-hay-dudas-en-que-haya-existido-el-propio-Jesus-mas-dudas-sobre-la-existencia-de-sus-discipulos-887_a2356.html

20170731

 Escribe Antonio Piñero

 A propósito de la siguiente pregunta que me han formulado unos días. Fue la siguiente (trascribo tal cual salvo el añadido de algunas tildes):

“Le agradecería si de forma breve para no abusar de tu tiempo, preguntarte si realmente es histórico la existencia de los 12 apóstoles y sus viajes a diferentes lugares del mundo o sus enterramientos o solo es acto de fe. Ya que si hay dudas en que haya existido el propio Jesús más dudas sobre la existencia de sus discípulos”.

Respondí lo que sigue:

Puedo ofrecerle lo que a este propósito  estoy dando en mi Seminario “Investigación sobre Jesús”, todos los lunes en la Avenida de Portugal 35, La Ramallosa, al lado de Baiona, Pontevedra. Es justo el tema que ahora estamos tocando. Todo lo que le transcribo es provisional tal como lo voy desarrollando en explicaciones que creo sencillas, fáciles de entender.

 Aquí va:

Jesús y sus discípulos. Llamada y misión

Su llamada es contada por  la tradición sinóptica (Comienzo del ministerio de Jesús y llamada de los primeros discípulos: Mc 1,16-20; paralelos en Mt 4, 12-17.18-22; Lc 4,14-15; 5,1-11; Jn 1,35-51; 4,43-46). Aquí veemos lo más importante.

· Mc 1,16-20: “Al pasar junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores. 17 Y les dijo Jesús: –Seguidme y haré que seáis pescadores de hombres. 18 E inmediatamente, dejando las redes, lo siguieron. 19 Después de avanzar un poco, vio a Jacobo el de Zebedeo, y a Juan su hermano, que estaban en la barca preparando las redes; 20 al instante los llamó. Dejaron a su padre, Zebedeo, en la barca con los jornaleros y se fueron tras él.”

Se trata de un retrato ideal y estilizado. En este pasaje, fundamentalmente redaccional, hay que ver detalles históricos indudables: formación de un grupo de discípulos en torno a Jesús, entre ellos algunos que habían seguido al Bautista; algunos de sus nombres y su trabajo usual. Pero no es posible considerar histórico el modo, tan repentino e inexplicado, de la respuesta de los discípulos. Igualmente el dicho sobre los «pescadores de hombres» tampoco parece auténtico, ya que refleja la actitud misionera de la comunidad marcana.  En el mundo grecorromano y judío «pescar hombres» era actuar de maestro; la frase puede significar también sacar a los seres humanos de las redes de Satanás e introducirlas en las de Dios: salvarlos. Que tuvo discípulos Jesús es seguro, porque a la tradición, aficionada a mostrar a Jesús como un únicum, le habría parecido bien que Jesús hubiera circulado solo por Israel. En realidad no los necesitaba para mostrar lo que quiso.

Quizás haya inspirado al evangelista Marcos la llamada que Elías hace a Eliseo, quien sigue a su maestro al instante:

“Partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Había delante de él doce yuntas y él estaba con la duodécima. Pasó Elías y le echó su manto encima. 20 El abandonó los bueyes, corrió tras de Elías y le dijo: «Déjame ir a besar a mi padre y a mi madre y te seguiré.» Le respondió: «Anda, vuélvete, pues ¿qué te he hecho?» 21 Volvió atrás Eliseo, tomó el par de bueyes y los sacrificó, asó su carne con el yugo de los bueyes y dio a s.us gentes, que comieron. Después se levantó, se fue tras de Elías y entró a su servicio” (1 Re 19,19-21)

Parece que un caso muy parecido en su disposición literaria es el de Leví, hijo de Alfeo en Mc 2,13-15:

“Salió de nuevo por la orilla del mar. Toda la multitud acudía a él, y les enseñaba. 14 Y al pasar, vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado en el telonio y le dijo: –Sígueme. Y él, levantándose, lo siguió. 15 Y ocurrió que, mientras estaba recostado a la mesa en su casa, muchos publicanos y pecadores estaban también recostados con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos y lo seguían”.

Como se ve, el texto adolece, tal como está narrado, de una notable inverosimilitud. Lo que se pretende es representar literariamente la personalidad magnética de Jesús, al igual que otros héroes de la antigüedad literaria para el autor evangélico.

El Evangelio de Juan cuenta las cosas de otro modo muy distino:

“Al día siguiente se encontraba de nuevo allí Juan junto con dos de sus discípulos. 36 Al ver a Jesús que pasaba, dijo: –He ahí el Cordero de Dios. 37 Y mientras él hablaba los dos discípulos lo oyeron y siguieron a Jesús. 38 Al volverse Jesús y ver que lo seguían, les dijo: –¿Qué buscáis? Ellos le preguntaron: –Rabí (que significa «maestro»), ¿dónde te alojas? 39 Les respondió: –Venid y lo veréis. Así que fueron, vieron dónde se alojaba y se quedaron con él aquel día; era alrededor de la hora décima.  40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y lo habían seguido. 41 Este encontró en primer lugar a su propio hermano Simón y le dijo: –Hemos encontrado al Mesías (que significa «ungido»). 42 Lo condujo ante Jesús. Jesús, fijando en él la mirada le dijo: –Tú eres Simón el hijo de Juan; serás llamado Cefas (que significa «Pedro»). 43 Al día siguiente decidió salir hacia Galilea y encontró a Felipe. Y Jesús le dijo: –Sígueme. 44 Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. 45 Felipe encontró a Natanael y le dijo:

–Hemos encontrado a aquel a quien Moisés y los profetas describieron en la Ley, a Jesús, hijo de José, el de Nazaret.

46 Y Natanael le respondió:

–¿De Nazaret puede salir algo bueno?  Felipe le contestó: 

–Ven y lo ves.

47 Jesús vio a Natanael que se le acercaba y dijo refirién

dose a él:

–Ved a un israelita de verdad en el que no hay engaño.

48 Le dijo Natanael:

–¿De dónde me conoces?

Jesús le contestó:

–Te vi bajo la higuera antes de que Felipe te llamara.

49 Le replicó Natanael:

–Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres rey de Israel.

50 Jesús le respondió:

 –¿Porque te dije que te había visto bajo la higuera crees? Verás cosas mayores que esa. 51

Y añadió:

 –En verdad, en verdad os digo, veréis el cielo abierto «y a los ángeles de Dios subiendo y bajando» sobre el Hijo del Hombre”.

Podemos comentar brevemente lo siguiente, siguiendo el orden de versículos

37          los dos discípulos…siguieron a Jesús: la afirmación podría reflejar un posible dato histórico, a saber, que algunos discípulos de Jesús habían sido previamente discípulos de Juan. No obstante, la noticia de que, delante del propio Juan el Bautista y sin más explicaciones, sus discípulos transfieren a Jesús la fidelidad que hasta el momento le habían mostrado a él parece responder al contexto polémico del evangelio, interesado en mostrar la superioridad de Jesús y el carácter totalmente subordinado del Bautista, e indica la existencia de una rivalidad en tiempos de la composición del evangelio entre seguidores de Jesús y del Bautista. Es, por tanto, probablemente no histórico.

40          Andrés…que habían oído a Juan: la expresión en griego tón akousánton pará Ioánnou expresa no solo que Andrés y el otro discípulo habían escuchado al Bautista, sino también que procedían de su grupo de seguidores. Luego Jesús toma parte, al menos de sus primeros discípulos del grupo de Juan Bautista. Por tanto, lo más probable es que Jesús fuera también discípulo del Bautista. Sin embargo, no podemos saber ni cuánto tiempo, ni qué tipo de discípulo era, ni otros pormenores. Aquí lo mejor es no especular, sino constatar. Que Jesús fuera discípulo del Bautista parece verosímil porque las primeras palabras de la prediciación pública de Jesús son iguales a algunos dichos del Bautista Mc 1,15: “«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva»”. Mateo confirma bien esta perspectiva porque las palabras del inicio de la predicación de Jesús son también idénticas a las del Bautista; véase Mt 4,17: “Desde entonces  (después de las tentaciones) comenzó Jesús a predicar y decir: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado»”.

43          encontró a Felipe: el nombre (griego) de este discípulo figura en las listas sinópticas de los Doce (Mc 3,18 y paralelos), pero el Cuarto Evangelio le dedica una atención especial; véase 6,5-7 (); 12,21-22; 14,8-9. Ello podría quizás deberse a que la comunidad johánica lo consideró uno de sus legendarios fundadores.

Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

Universidad Complutense de Madrid

www.ciudadanojesus.com

Lunes, 31 de Julio 2017

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“La discutida primacía de Pedro”. Los discípulos de Jesús (II) (888)

https://www.tendencias21.es/crist/La-discutida-primacia-de-Pedro-Los-discipulos-de-Jesus-II-888_a2357.html

Escribe Antonio Piñero

Seguimos comentando el texto del Evangelio de Juan 1,35-58 que iniciamos el día anterior

V. 35:

· “se encontraba de nuevo allí”: se refiere naturalmente a Juan Bautista y la localización geográfica es el norte de Judea de Juan predicaba y bautizaba

· “al ver que Jesús pasaba”: indica que Jesús estaba en Judea. Pero esto contradice lo que el lector obtiene del Evangelio de Marcos, a saber que Jesús no estuvo en Judea durante su vida pública (que probablemente duró menos de un año, el tiempo de una Pascua /Ácimos) nada más que para celebrar esa festividad. Pero el Evangelio de Juan supone que Jesús –ya independiente de Juan Bautista predicaba y bautizaba en competencia con él en Judea: “Fueron, pues, sus discípulos donde Juan Bautista y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él» (aunque más tarde el autor rectifica y afirma: “Cuando Jesús se enteró de que había llegado a oídos de los fariseos que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan –aunque no era Jesús mismo el que bautizaba, sino sus discípulos–, abandonó Judea y volvió a Galilea”. Me parece, pues, evidente que el marco geográfico (al menos de los inicios) de la  predicación de Jesús y el del Evangelio de Marcos no cuadran entre sí.

·  “Juan Bautista dijo: «He ahí el Cordero de Dios»”. Parece evidente que esas palabras del Bautista no son históricas, sino pura teología del Evangelista (o evangelistas: los autores del Cuarto Evangelio son vario) puesta en boca de Juan Bautista en esos instantes iniciales de la peripecia entre Juan Bautista y Jesús. Esa teología presupone ya la muerte de Jesús, su sentido sacrificial, vicaio por toda la humanidad, una muerte ocurrida cerca de la Pascua, en la que Jesús es inmolado por la voluntad del Padre. Que Jesús sea el cordero depende de la teología de Pablo, el cual afirma en 1 Corintios 5,7: “Pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado”.

Además, según Mt 11,2-3, Juan Bautista estando ya en la cárcel “había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle:  «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?», el Bautista dudaba de si Jesús era el Mesías o no lo era. Es claro que no pudo decir, nada más empezar la vida pública de Jesús que él era el Cordero de Dios (que quita los pecados del mundo). Esta afirmación parece más apropiada del Apocalipsis donde a partir de 5,6 y hasta 22,3 se habla de Jesús como el Cordero sacrificado, pero triunfante, exaltado junto a Dios con las mismas (casi) características divinas que Dios Padre.

V. 36: “Al ver a Jesús que pasaba”: sin más.. Jesús andaba por allí entre los discípulos del Bautista… Es un tanto inverosímil la escena.

V. 37: “siguieron a Jesús”: el verbo “seguir” tiene ciertas connotaciones técnicas y significa en el contexto de maestro/discípulo que alguien se hace efectivamente discípulo.

V. 38: “Rabí” (que significa maestro): es en extremo curioso que Jesús, antes de escoger discípulo alguno y de iniciar su vida pública ya es considerado “maestro” por los discípulos del Bautista. De ahí se ha deducido que Juan Bautista guarda el recuerdo de Jesús hubo de estar durante cierto tiempo (no sabemos cuánto) con él, tras ser bautizado, y que los discípulos ya sabían que sus conocimientos de la Escritura eran sobresalientes, tanto como denominarlo “maestro”

· “¿Dónde te alojas?”: como en el Evangelio de Juan nada es superfluo y mucho, casi todo, tiene un significado profundo y simbólico además de lo que aparece en la superficie del relato, es posible que la morada de Jesús –en donde esos dos personajes van a pasar  una buena parte de un día (“hasta la hora décima”: v. 39; las cuatro de la tarde, contando desde las seis de la mañana como hora primera)– tenga un cierto simbolismo. Propongo lo siguiente: según Jn 2,21 (“Pero él hablaba del santuario de su cuerpo”), parece que claro que el cuerpo de Jesús, su persona, era como el templo de Jerusalén, es decir, la sede de la morada divina, conforme a Jn 1,1 (El –Verbo = que se encarna en Jesús, es Dios). Por tanto, ir a la morada (el Templo era la morada de Yahvé donde residía su Presencia; hebreo shekhiná) era tanto como decir era a ir/entrar en donde está la presencia divina.

Efectivamente van con Jesús, están con él y salen convencidos de que Jesús es el Mesías (v. 41). El estar con Jesús es un acto de revelación. Esos dos discípulos, al principio innominados pero luego sabemos que uno de ellos era André, hermano de Simón Pedro, reciben una iluminación y caen en la cuenta de la verdadera personalidad de Jesús.

VV. 40-42: “Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y lo habían seguido. 41 Este encontró en primer lugar a su propio hermano Simón y le dijo: –Hemos encontrado al Mesías (que significa «ungido»). 42 Lo condujo ante Jesús”.

Obsérvese que no es Pedro el que ha tenido la suerte de obtener algo así como la primacía de conseguir saber la verdadera naturaleza de Jesús, sino Andrés. Es cierto que la primacía de Pedro aparece claramente en los Evangelios Sinópticos (Mt, Mc y Lc), pero la tradición sobre Pedro no era firme del todo. Hacia el año 100, cuando se compone el Evangelio de Juan, es preciso que el último redactor de ese evangelio añada el capítulo 21, donde se refuerza (¡dentro del grupo johánico!) que la primacía entre los discípulos de Jesús en vida, y después, no corresponde al Discípulo amado, o a Juan, hijo de Zebedeo, sino a Pedro.

El autor de Hechos de los apóstoles (de fecha de composición indeterminada y autor no seguro del todo que sea Lucas: entre el 110-130 ¿?) confirma en los primeros capítulos de su obra que la primacía entre los discípulos es de Pedro (es el que lleva la voz cantante). Es, por consiguiente, muy claro que muchos años después de la muerte de Pedro (hacia el 64 en Roma, en la persecución de Nerón, según la tradición de los Hechos apócrifos de Pedro compuestos hacia el año 180 d. C. ¡¡!!) todavía es preciso reforzar que la autoridad entre los seguidores inmediatos de Jesús es la de Pedro.

Y esto era así porque en otros grupos potentes de cristianos de la época consideraban que el maestro supremo no era Pedro, sino Santiago, el hermano del Señor (judeocristianos) o Pablo de Tarso (paulinos). Hasta bien entrado el siglo III se componen obras para defender la primacía de Pedro (Literatura Pseudo Clementina o los dos “Apocalipsis de Santiago” de la Biblioteca copto-gnóstica de Nag Hammadi). Los paulinos –desde la vida misma de Pablo– necesitaban potenciar el papel de Pedro, como discípulo de Jesús que había sido expulsado del poder por Santiago en la comunidad de Jerusalén, y a pesar de las dificultades ideológicas (Gal 2,11-14), para unir el movimiento paulino (de casi pura reinterpretación teológica de Jesús) con los sucesores de Jesús más poderosos que se encontraban en la comunidad judeocristiana de Jerusalén. Era para ellos vital unir las especulaciones teológicas del maestro Pablo con la tradición sobre Jesús. Ya los evangelistas cumplieron ampliamente esta tarea… ¡y lo hicieron eficazmente!

El tema de los discípulos de Jesús (forma parte del tema “Éxito y fracaso” de este) es realmente importante. Puede verse con este ejemplo de breve análisis del cap. 1 del Evangelio de Juan, cuántas cosas, informaciones interesantes, pueden obtenerse de la lectura pausada con calma, de un texto de los Evangelios.

Seguiremos comentándolo el próximo día

Saludos cordiales de Antonio Piñero

Universidad Ciomplutense de Madrid

www.ciudadanojesus.com

NOTA

Mi amigo el catedrático de neurología, Francisco Rubio, muy laureado por sus trabajos y a quien estimo mucho ha publicado el texto de una conferencia suya, del 19 julio de este año, 2017, en la Universidad de Verano “Menéndez Pelayo” (Palacio de la Magdalena, Santander). El título era “El surgimiento de la espiritualidad en el ser humano” que luego se ha publicado en su Blog como “La espiritualidad humana se habría iniciado con el chamanismo”

La considero muy interesante: he aquí el vínculo:

http://www.tendencias21.net/La-espiritualidad-humana-se-habria-iniciado-con-el-chamanismo_a44088.html

Francisco J. Rubia es Catedrático emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, y también lo fue de la Universidad Ludwig Maximillian de Munich, así como Consejero Científico de dicha Universidad.  Miembro numerario de la Real Academia Nacional de Medicina y Vicepresidente de la Academia Europea de Ciencias.

Miércoles, 2 de Agosto 2017

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“Para algunos cristianos primitivos Felipe era el portavoz de los discípulos, no Pedro”. Los discípulos de Jesús (III) (889)

https://www.tendencias21.es/crist/Para-algunos-cristianos-primitivos-Felipe-era-el-portavoz-de-los-discipulos-no-Pedro-Los-discipulos-de-Jesus-III-889_a2358.html

Escribe Antonio Piñero

Seguimos con el tema “Los discípulos de Jesús”. Cuestiones en torno a su existencia histórica y su actuación como grupo. Y comentamos el texto del Evangelio de Juan 1,36-51

El caso de Felipe es curioso en el Cuarto Evangelio porque es un personaje mínimo en los evangelios sinópticos y sin embargo aparece como portavoz de los discípulos en el Cuarto Evangelio. Felipe tiene un nombre muy griego (“Amante de los caballos”) era de Betsaida y probablemente hablaba griego bien por lo que veremos a continuación.

En Jn 6,5-9:

“Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?». Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.  Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?»,

Felipe aparece como figura principal entre los discípulos y su portavoz. Pedro queda silenciado. Obsérvese también el papel de Andrés, que igualmente es una figura mínima en los evangelios sinópticos. Que Pedro es importante se destaca solo indirectamente, ya que Andrés es nombrado por referencia a su hermano, Pedro.

Jn 12,20-23:

“Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les respondió: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre.

Dejando aparte la frase de Jesús, al final del texto, que es pura teología del Evangelista, es claro que los griegos que quieren ver al Maestro no se dirigen a Simón Pedro, sino a Felipe, y este tiene como colaborador a Andrés. Felipe es de nuevo el portavoz del grupo.

Jn 14,7-9:

“Dice Jesús: Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.»  Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»  Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre?”.

Jesús como el Gran Revelador es la característica principal del héroe de la historia, el Mesías, en el Cuarto Evangelio. El que dirige la pregunta trascendental a Jesús tampoco es Simón Pedro, sino Felipe.

De aquí se ha deducido por parte de la investigación actual que las fuentes documentales de las que dispone el Evangelio de Juan para contar una historia básica de Jesús (parecida en principio a la de los evangelios sinópticos: aparición pública en Judea y Galilea; fracaso de Jesús y enemistad con los judíos; estancia final en Jerusalén, muerte, resurrección y apariciones–, historia que tiene algunos detalles particulares sobre la vida del Mesías que no aparecen en otros evangelios, como por ejemplo la afirmación de que la tarde del viernes en la murió Jesús no era la víspera inmediata de la Pascua, sino de la preparación de la Pascua), tiene como fuente no a Pedro, sino a otros discípulos en concreto Felipe.

Por tanto la fuente principal del Cuarto Evangelio, según esta tradición no es Pedro, sino que es doble: el misterioso Discípulo amado (que probablemente no es Juan hijo del Zebedeo, sino un discípulo ideal cuyo nombre no sabemos) y Felipe. Decididamente el Evangelio de Juan se aparta de la tradición de Pedro.

Por eso, el último y desconocido, redactor del Cuarto Evangelio añade un apéndice, que es el capítulo 21, al texto principal del evangelio, en el que busca conciliar su punto de vista con el de los otros evangelistas (Mateo, Marcos  y Lucas) que sostienen la primacía de Pedro, con el suyo (primacía de Felipe y Andrés). Y, finalmente, tanto los Sinópticos, como el Cuarto Evangelio (que tiene concepciones de fondo igualmente paulinas sobre el sentido de la muerte y resurrección de Jesús) buscan unir esas concepciones con el recuerdo histórico de Jesús.  ¿Por qué? Para que la reinterpretación de Jesús por parte de Pablo no quede en el aire de la mera especulación teológica, sino que empalme con los recuerdos históricos de los verdadero seguidores del Nazareno, tan judíos palestinos como él, y que formaban la Iglesia de Jerusalén.

Con otras palabras: había que unir a toda costa el profundo paulinismo dominante con el petrinismo (de al menos una buena parte de los judeocristianos; no todos eran seguidores de Santiago, el “hermano del Señor”…) de modo que lo que quedaba del judeocristianismo entorno a los años 75-100 d. C. no se apartara de la comunión de la “Gran Iglesia” –paulina naturalmente–, que pretendía unir lazos con la otra gran rama del cristianismo primitivo, el judeocristianismo. Y esta fue la labor sobre todo del autor de los Hechos de apóstoles, fuera Lucas u otro desconocido personaje, pero cercano al pensamiento del tercer evangelio. Los Hechos tratan de fusionar el paulinismo con los restos del judeocristianismo.

Seguiremos con el tema de los discípulos que da todavía para algunas postales más

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Viernes, 4 de Agosto 2017

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“¿Cuántos discípulos tenía Jesús? ¿12 o 84?” Los discípulos de Jesús (IV) (890)

https://www.tendencias21.es/crist/Cuantos-discipulos-tenia-Jesus-12-o-84-Los-discipulos-de-Jesus-IV-890_a2360.html

Escribe Antonio Piñero

Seguimos con el tema “Los discípulos de Jesús”. Tratamos el tema del número de discípulos que rodeaba normalmente a Jesús. La cuestión es si su núcleo íntimo fueron 12 (la tradición sinóptica) o 84 (12 + 72 = Lc 9,1-6 y 10,1-11).

Como digo, la tradición casi unánime habla de doce. Y así aparece en las listas de discípulos (Mc 3,13-19; Mt 10,1-6 y Lc 6,12-16) que son a la vez relatos de misión o envío por parte de Jesús a lugares a donde él creía que no podía llegar, pues estimaba que la venida del reino de Dios sería inmediata. Veremos luego estas listas. Pero lo que ahora nos interesa saber es el número de discípulos que rodeaba normalmente a Jesús porque tenemos un pasaje de Lucas que extiende el número de personas totalmente confiables para a 12 + 72. Dice así:

“Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.  2 Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.  3 Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos.  4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.  5 En la casa en que entréis, decid primero: “Paz a esta casa.”  6 Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros.  7 Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa.  8 En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan;  9 curad los enfermos que haya en ella, y decidles: “El Reino de Dios está cerca de vosotros.”  10 En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: 11 “Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca” (Lc 10,1-11).

Obsérvese de nuevo que Lucas dice “Otros setenta y dos”. Por tanto, parece que los está poniendo en pie de igualdad con los doce, cuyo envío acaba de narrar en el capítulo anterior. He aquí este texto: “Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades;  2 y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar.  3 Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno.  4 Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí.  5 En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.»  6 Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes” (Lc 9,1-6).

Son bastante parecidos ambos pasajes y están uno casi detrás de otro. Una hipótesis probable es que se trata de un doblete. Puedes suponerse con buenas probabilidades que un editor anónimo del Evangelio  Lucas, antes de que entrara el texto en el canon de libros sagrados (en torno al 150-17), añadió este segundo texto. Un caso parecido de doblete lo tenemos en  Marcos 6,36-46 con la multiplicación de los panes. El milagro se repite en el capítulo 8 (naturalmente con variantes). El doblete en ambos casos (en Lucas y en Marcos) tiene un propósito teológico. En el de Marcos lo más probable es que la segunda multiplicación, ocurrida aparentemente en tierra de paganos, sirva como paradigma de que Jesús no se restringió a predicar y hacer el bien solo en la casa de Israel (“sólo a las ovejas de Israel”: Mt 10,6 y 15,24 ). Y en Lucas, probablemente (es mera hipótesis), como una manera sencilla de magnificar la grandiosidad dy el magnetismo personal de Jesús, que atraía tanta gente cabe sí.

Pero el problema anunciado al principio persiste: ¿cuantos discípulos acompañaban normalmente a Jesús en el apogeo de su vida pública antes de subir definitivamente a Jerusalén?

1. Opino que lo más probable es que tenga razón la tradición más afianzada: eran doce más algunas mujeres (tres y otras, según Lc 8,3, aunque este texto no es de fiar totalmente, ya que no parece proceder de una fuente propia de Lucas, sino haber sido tomado en cuanto a los nombres de Mc 15,40). El texto de Lucas 8,3 dice: “Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes”.

2. Otra razón que hace probable que no fueran más de doce al menos en su “núcleo duro” es que los Evangelios muestran a Jesús y a sus discípulos invitados a comer…, y es más fácil que se invitara a 12 (y a menudo en las comidas los israelitas de la época no hacían sentarse con ellos a las mujeres, a las que relegaban a un segundo plano) que a 72.

   A. Así en las bodas de Caná: Jn 2,1-2: “Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús.  Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos”.

   B. Igualmente en casa de Simón el Leproso (Lc 7,36-50, que ha de complementarse en cuanto a la presencia de los discípulos con Mt 26,8. Empiezo por el texto 1., de Lc 7,36: “Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa”. 2. A lo largo de la comida entra la famosa mujer pecadora, pero innominada, que la tradición a partir del siglo V confunde voluntariamente con María Magdalena:

“Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, 38 y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. 39 Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora»  (Lc 7,36-38).

Mateo precisa que no solo fue Simón el que protestó, sino también los discípulos de Jesús (¡por tanto estaban invitados al banquete!): “Al ver esto los discípulos se indignaron y dijeron: «¿Para qué este despilfarro? 9 Se podía haber vendido a buen precio y habérselo dado a los pobres». 10 Mas Jesús, dándose cuenta, les dijo: «¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues una “obra buena” ha hecho conmigo. 11 Porque pobres tendréis siempre con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre»”.

Dejando aparte algunas inverosimilitudes de ambos textos, aquí nos interesa el número de discípulos. Es más probable que fueran 12 discípulos que no 84.

   C. Otro argumento se deduce del episodio de la tempestad calmada, en donde se ve que Jesús y sus discípulos caben todos en una sola barca (esta no debía de tener más de 8 o 9 metros, a tenor de los restos de la barca del siglo I que se ha rescatado del fondo del Lago de Genesaret y que se conserva, si no me equivoco, en Betsaida). Leemos en el texto de Mateo 8,23-26: “Subió a la barca y sus discípulos le siguieron. 24 De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero él estaba dormido. 25 Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Les dijo: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza” Parece claro que los discípulos y Jesús iban todos en una misma barca).

   D. Como veremos en otro momento al comentar la lista de los discípulos en el evangelio de Mateo, el número de 12 simboliza a las doce tribus de Israel (¡que debían ser restauradas por Dios en la época mesiánica; en el Israel del siglo I sólo quedaban dos tribus y medias desde la primera deportación a Babilonia tras la conquista de Samaría en el 721 a. C. por Salmanasar):

“Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?». 28 Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel (Mt 19, 27-28).

   E. En Jn 21,1ss solo se nombran 8 discípulos íntimos (de los cuales el autor de este apéndice no sabe el nombre de dos de ellos), a saber: Simón, Tomás, Natanael Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo y dos innominados.

   F. En la lista de Hch 1,13 solo se nombran 11 discípulos (naturalmente Judas Iscariote había muerto ya, bien ahorcado (Mt 27,5: “Judas tiró las monedas en el Santuario; después se retiró y fue y se ahorcó”), bien porque se despeñó por un acantilado ¿?: (“Judas, pues, compró un campo con el precio de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas”.

He aquí el texto en el que se enumeran los discípulos: “Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, el espacio de un camino sabático. 13 Y cuando llegaron subieron a la estancia superior, donde vivían, Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago (Hch 1,12-13).

Obviamos aquí la diferencia en cuanto al lugar y tiempo de la ascensión de Jesús (contrástese Lc 24,50: “Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo” (la ascensión de Jesús tiene lugar apenas 24 horas después de la resurrección, y el texto de Hch 13, en el que el autor dibuja la ascensión de Jesús, después de cuarenta días de estancia en la tierra tras su resurrección. La ascensión no en Betania, sino en el Monte de los Olivos.

Por tanto, en síntesis: descartamos la tradición de Lc 10,1 como mero doblete, no histórica, y nos quedamos con el resto de la tradición, sobre todo sinóptica, y afirmamos con mucha probabilidad que el núcleo duro de Jesús se componía no de 84 sino de 12 discípulos, que representaban simbólicamente las 12 tribus, restauradas por Dios, de Israel.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Martes, 8 de Agosto 2017

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“Listas de discípulos” Sinopsis. Los discípulos de Jesús (V) (891)

Escribe Antonio Piñero

La tradición sinóptica presenta a los doce apóstoles como un bloque compacto. La tradición del libro  Hechos de apóstoles los hace aparecer igualmente como un bloque que actuaban como un “colegio”, el Colegio apostólico. La intención de hechos era establecer sólidamente la institución como acto fundado por el Maestro mismo. Es de sospechar que a algunos cristianos se les planeó la cuestión de que –a medida que se retrasaba la parusía– no era posible fundamentar la tradición sobre Jesús sobre las meras alusiones y reminiscencias de Pablo acerca de este (que hay muchas más de lo que se cree; en cuanto a citas directas de sentencias de Jesús solo hay dos en todo el corpus paulino auténtico: en 1 Cor: 7,9; 9,14), sino  sobre una base más amplia que enlazara directamente con la actividad histórica del Nazareno.

Era también importante que no descansara, de ningún modo, la interpretación de Jesús sobre la construcción teológica paulina de la muerte y resurrección del Maestro; se necesitaba que no todo ese edificio teológico reposara sobre revelaciones personales hechas a Pablo por a divinidad, sino sobre hechos sólidos de la vida de Jesús. Además debió de sentirse pronto –por ese mismo retraso de la parusía–  la necesidad de poseer una “cadena de transmisión de la doctrina, hechos y dichos de Jesús”. A Alguien se le ocurrió la idea de la “sucesión apostólica” (Jesúsà sus seguidores directos, apóstoles à que instituyen obispos o inspectoresà estos que consagran a otros obispos; cuy testimonio aparece netamente por primera vez bastante tarde, en la Primera Carta de Clemente de Roma 42,1-4; 44,1-3).

Si esta hipótesis es correcta, el que el grupo de los apóstoles –sobre el que sabemos muy poco– se considerara un colegio apostólico fue una necesidad organizativa de una iglesia que comienza a instalarse en el mundo. Pero…, luego se ve a lo largo del Evangelio, de los Hechos y del Nuevo Testamento que no hay tradición sólida que se apoye en los Doce como “colegio apostólico”.

Tenemos las listas de apóstoles, por cierto no coincidentes, en los Evangelios: Mc 3,13-19 / Mt 10,1-4 / Lc 6,12-16; más Hch 1,13.  Es sugerente contrastarlas, pero es necesaria una Sinopsis. He fabricado la siguiente:

DISCÍPULOS DE JESÚS

MARCOS                                          MATEO                                             LUCAS

3,13-19                                               10,1-6                                                 6,12-16

Simón                                                 Pedro                                                 Simón

Jacobo Zebedeo                                       Andrés                                                 Andrés

Juan   Zebedeo                                   Jacobo Zebedeo                                 Jacobo Zebedeo

Andrés                                             Juan Zebedeo                                 Juan Zebedeo

Felipe                                                 Felipe                                                 Felipe

Bartolomé                                          Bartolomé                                          Bartolomé     

Mateo                                                 Tomás                                                Mateo

Tomás                                                Mateo                                                 Tomás

Jacobo de Alfeo                                 Jacobo de Alfeo                                 Jacobo de Alfeo

Tadeo                                                 Tadeo                                                 Simón, el celota

Simón cananeo                                   Simón cananeo                                   Judas de Jacobo

Judas Iscariote                                   Judas Iscariote                                   Judas Iscariote

A esta lista hay que añadir los ocho discípulos que nombra el Evangelio de Juan en 21,1: Simón Pedro, Tomás, Natanael, Jacobo y Juan hijos de Zebedeo y otros dos innominados (seguramente el autor del Apéndice desconocía el nombre de estos dos discípulos/apóstoles).

Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Jueves, 10 de Agosto 2017

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“Explicación de la primera lista de discípulos, la del Evangelio de Marcos”. Los discípulos de Jesús (VI) (892)

https://www.tendencias21.es/crist/Explicacion-de-la-primera-lista-de-discipulos-la-del-Evangelio-de-Marcos-Los-discipulos-de-Jesus-VI-892_a2362.html

Escribe Antonio Piñero

Seguimos con nuestro tema, la historicidad del conjunto denominado “Discípulos de Jesús” y nos preguntamos qué sabemos –como históricamente probable– de cada uno de esos discípulos. Ahora vamos a considerar cada una de las listas que proporcionan los diversos evangelistas y haremos un breve comentario al texto. Tenemos que tener en la mente, y si es posible ante los ojos,  la sinopsis de los nombres de los discípulos que ofrecimos en la postal del día anterior de modo que de una ojeada podemos comparar la lista de un evangelista con la de los otros.

La primera lista cronológicamente hablando es la del Evangelio de Marcos 3,13-19. El texto es el siguiente:

“Subió a la montaña, llamó junto a sí a quienes quiso y vinieron a él. 14 Y constituyó a doce a los que denominó apóstoles para que estuvieran con él, para enviarlos a predicar 15 con autoridad para expulsar a los demonios; 16 y constituyó a los Doce : a Simón le dio el sobrenombre de Pedro, 17 a Jacobo el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Jacobo, los apodó también Boanergés, que significa «tronantes; 18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo el de Alfeo, y Tadeo, Simón el cananeo 19 y a Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.

Debo insistir en que muy probablemente la intención de Marcos es la de fundamentar sólidamente la institución como acto realizado por el Maestro mismo, Jesús. Pero luego se ve a lo largo del Evangelio que no hay tradición sólida sobre estos discípulos, salvo Pedro y alguno más. Apenas sabemos algo… y de algunos, nada.

“Subió a la montaña”: obsérvese que el marco o encuadre del pasaje es impreciso; la tradición no sabe nada exacto del momento de la “elección”. Este encuadre procede, pues, probablemente de la mano de Marcos mismo que recogió una mera lista. Él proporciona el encuadre a su buen leal saber y entender.

Escoge la “montaña” como escenario probablemente porque en la tradición judía tanto la “montaña” (desde la teofanía del Sinaí), como el “desierto” (ejemplo claro Juan Bautista, y los esenios que se retiraban al desierto) son los lugares preferidos para el encuentro con Dios. Tengamos en cuenta que el “desierto” no podemos imaginarlo como el Sáhara, un conjunto de arena seca, sino como un lugar deshabitado, aunque tenga pasto para los animales más o menos salvajes. El entorno de las multitudes no sirve como lugar de encuentro con la divinidad, sino como espacio donde el profeta o el maestro explica al pueblo la palabra de Yahvé.

“Llamó junto a sí”: Jesús actúa al revés que los rabinos o maestros de la Ley usuales en el Israel de la época: solían ser los discípulos los que se acercaban al maestro y pedían permiso para “escucharlo” (recibir doctrina). Jesús, por el contrario “llama”. Con ello indica el evangelista que Dios –a través del Mesías– es el que elige para la misión.

“A quien quiso”: las frases de este encuadre siguen siendo redaccionales, es decir, propias de Marcos. No pertenecen a la tradición más antigua de Jesús, sino a la interpretación de la tercera generación cristiana sobre él. “A quien quiso” indica obviamente la omnímoda libertad de Yahvé, cuyo representante es Jesús.

“Y constituyó a los Doce”: esta la frase a la que me refería antes cuando afirmaba que la tradición sostiene que el grupo de discípulo no es una formación espontánea, sino surgida de ellos mismo, sino voluntad positiva del Mesías, y que los constituye como grupo. Es curioso que el vocablo griego que he traducido como “constituyó” es epóiesen, es decir, literalmente “hizo”. No es extraño que algunos comentaristas vean aquí unaalusión a la creación divina del universo en el libro del Génesis donde también se dice “hizo”. Entonces el evangelista estaría indicando que se trata de algo muy importante. Pero de momento nada dice Marcos de la intención de la formación de este grupo. Lo dirá enseguida con su fundamento incluido

“Los Doce”: el número es significativo ya que las tribus de Israel son doce. Sabemos que el grupo directivo del asentamiento esenio de Qumrán estaba formado por doce más tres sacerdotes (1QS 8,1). De ahí inferimos que el número doce debía de ser importante. Si tomamos un texto de Mateo (19,27-28) caemos en la cuenta de que se trata del número de las antiguas tribus de Israel que volverán a ser las mismas en el Israel restaurado por Dios al final de los tiempos, los mesiánicos. En tiempos de Jesús solo había dos tribus; las otras se habían “perdido”, como diré luego. Dice así Mateo:

“Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo a Jesús: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?». Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel”.

Explico brevemente este pasaje y lo que de él se deduce, la teología de la “restauración de Israel” que es propia del Jesús histórico y de Pablo de Tarso. A partir de las lecturas de los profetas, los judíos habían ido formándose la noción de que Dios habría de congregar en la tierra prometida a todas las tribus israelitas, incluidas las perdidas después de la conquista de Samaria –Reino del norte– por las tropas de Salmanasar en el 721 a.C. (nueve tribus y media fueron deportadas por los asirios y su pista se perdió). Pero al final de su tiempo, Dios las hará reaparecer y hará también que sean felices tras su retorno a Israel. Cuando Dios quiera, se establecerá su reino de Dios sobre la tierra.

En ese momento del final de los tiempos, Israel reinará sobre todos los pueblos gracias al apoyo del brazo de Yahvé (es decir, los ángeles lucharán con las tropas de Israel y dominarán a todas las naciones del mundo. A los gentiles –los paganos– no les quedará más opción que convertirse a Yahvé o ser aniquilados; en todo caso, podrán mantenerse apartados, a distancia de los elegidos, mostrando hacia Israel deferencia y máximo respeto; tenemos imaginarnos que la tierra es muy pequeña y plana). En ese reino divino, Jesús tendrá un puesto preferente como virrey de Yahvé, y sus discípulos ocuparán los tronos de juez de cada tribu.

“Apóstoles”: o “enviados”. En el mundo de Israel y en general en el Oriente Próximo el enviado de una persona importante es como si fuera la persona del enviante. Todo halago, deferencia, honra hecha al enviado es como si se hiciera al enviador. Esta idea tenía su sentido, porque era una manera de dar importancia a los subordinados. Y naturalmente, a la inversa…, toda injuria… etc.

Así, por ejemplo, un sátrapa, en el imperio persa representaba la dignidad del rey. En el mundo judío concreto, los enviados del sumo sacerdote a las distintas comunidades del país y de la Diáspora tenían el valor de este sumo sacerdote. Por ejemplo, para anunciar el inicio de cada mes (que era lunar; si había nubes o llovía, mucha gente no sabía cuándo empezaba el mes; lo cual tenía su importancia para la observancia de las fiestas). Igualmente los enviados hacían de heraldos para anunciar los decretos del Gran Sanedrín de Jerusalén que afectaban a todas las poblaciones judías. Desde esta perspectiva, y teniendo en cuenta la misión de los discípulos (Mc 6,6-13; Lc 9,1-6; Mt 9,35; 10,1-7.11-14 + Lc 10,1-12), se comprende la trascendencia que para el pequeño grupo de Jesús significaba la institución de los “enviados”, en griego “apóstoles”.

“Estar con él”: este breve expresión tiene una enorme importancia teológica en el Evangelio de Marcos, el cual pinta continuamente a los discípulos “estando con”  Jesús, o éste con ellos (1, 29; 2, 19; 3, 7; 4, 36; 5, 37.40; 6, 50; 8, 10; 9, 8; 11, 11; 14, 7.14.17.18.20.33.67). Hay que comprender en un sentido que dije antes para el conjunto del pasaje: era necesario para el evangelista dar cuerpo a las tradiciones sobre Jesús afirmando continuamente que procedían de testigos oculares. Jesús, además, es dibujado como una personalidad con magnetismo personal enorme, y los discípulos –que la mayoría de las veces no entendían nada, según dicen, aunque inverosímilmente, los evangelios mismos (por ejemplo, Lc 18,34 y Jn 10,6)– iban aprendiendo de Jesús y aunque no comprendieran, serán los que habrían de transmitir… porque ¡tras su resurrección, sí comprendieron!

“Autoridad para expulsar los demonios”: es muy difícil de entender hoy que alguien pueda transmitir realmente esa autoridad. Sin embargo, así es incluso en la iglesia actual, que delega la potestad de gobernar sobre las “puertas del infierno” (Mt 1,16) en algunos sacerdotes que tienen poderes para expulsar a los demonios (hay muchos exorcistas oficiales en la iglesia católica). Por tanto, esta entrega de poderes por parte de Jesús es perfectamente plausible y posible y encuadrable en una  sociedad en la que se creía que la enfermedad estaba causada casi siempre por poderes demoníacos. En Mateo se halla la siguiente expansión de la rase de Marcos que comentamos: “Les otorgó poder para expulsar a los espíritus impuros y para curar las enfermedades y las dolencias” (Mt 10,1).

Así pues, –como sostiene Joel Marcus en su estupendo Comentario (Sígueme) al pasaje, “los Doce no sólo son llamados para realizar actos de predicación y exorcismos, sino que tales actos brotan de un cometido previo: Jesús los llama para «estar con él». Esta tensión entre “estar con Jesús” y ser enviado se resuelve del modo más simple interpretando 3,14 y 3,15 en sentido sucesivo: «ahora» los discípulos están con Jesús; pero «más tarde» serán enviados para predicar y realizar exorcismos”.

Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Sábado, 12 de Agosto 2017

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“Seguimos comentando la primera lista de discípulos, la del Evangelio de Marcos. Reino de Dios y el fuego del infierno”. Los discípulos de Jesús (VII) (893)

https://www.tendencias21.es/crist/Seguimos-comentando-la-primera-lista-de-discipulos-la-del-Evangelio-de-Marcos-Reino-de-Dios-y-el-fuego-del-infierno_a2363.html

Escribe Antonio Piñero

Lo que nos queda por comentar brevemente del pasaje del Evangelio de Marcos que iniciamos el día anterior es el siguiente (Mc 3,14-19):

… Para enviarlos a predicar (15 con autoridad para expulsar a los demonios; 16 y constituyó a los Doce): a Simón le dio el sobrenombre de Pedro, 17 a Jacobo el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Jacobo, los apodó también Boanergés, que significa «tronantes; 18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo el de Alfeo, y Tadeo, Simón el cananeo 19 y a Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.

“Para enviarlos a predicar”: el griego dice literalmente “proclamar” (kerýssein) como lo hace un heraldo (que se dice kéryx). El uso de este vocablo nos hace preguntarnos a “predicar / proclamar” qué cosa. En principio no lo sabemos. Entonces es preciso buscar alguna luz en los pasajes paralelos, que son Mt 10,1 y Lc 6,12. Pero en estos paralelos no encontramos nada explícito. Sin embargo, no estamos absolutamente a ciegas si buscamos otros paralelos evangélicos. Y hallamos los siguientes:

El primero es Evangelio de Marcos 6,6-7: “Y (Jesús) recorría los pueblos del contorno enseñando. Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos”

Mc 6,30: “Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado”.

En el paralelo de Lc 6,13 no encontramos nada explícito. Pero sí en Lc 9,1-2, que habla del envío de los apóstoles que había elegido: “Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades;  y los envió a proclamar el eino de Dios y a curar”.

El Evangelio (declarado apócrifo) de los ebionitas (que podemos considerar una fracción judeocristiana que seguía quizás las huellas de la comunidad judeocristiana de Jerusalén bajo la égida de Santiago, el “hermano del Señor” (Gal 1,19) y que probablemente también seguían el espíritu del Jesús histórico como estrictamente judío, mesías y maestro de la Ley) se lee:

(Habla Jesús: “Pasando junto a la orilla del lago Tiberíades, elegí a Juan y a Santiago, hijos de Zebedeo, a Simón y a Andrés, a Tadeo, a Simón el Celota y a Judas el Iscariote. Y a ti también, Mateo, que estabas sentado en la oficina de los tributos, te llamé y tú me seguiste. Quiero, pues, que vosotros seáis doce apóstoles para testimonio de Israel” (citado por Epifanio de Salamis, Contra las herejías 30, 13; PG 41, 428C-Pablo; lo he tomado de la obra colectiva “Todos los Evangelios”, EDAF, p. 623).

De estos paralelos deducimos que los apóstoles –enviados por Jesús en nombre suyo a las villas y ciudades pequeñas (no consta que fueran a las grandes) a donde él creía que no podía llegar ya que pensaba que el reino de Dios vendía de inmediato–, proclamaban / enseñaban / para testimonio de Israel.  Probablemente esta predicación es la misma que enseñaba/proclama Jesús al principio de su ministerio público y que Mc 1,14-15 resume así:

“Después que Juan (Bautista) fuera entregado (y asesinado), marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva»”.

Esta proclama era la misma que la de Juan Bautista en sus líneas esenciales, tal como testimonia Mt 3,2: “«Convertíos porque ha llegado el reino de los cielos».

Es posible, pues, que al principio de su ministerio tanto Jesús como sus discípulos continuaran el mensaje esencial de Juan Bautista. Más tarde, sin duda, el grupo nuevo de Jesús (desgajado del de Juan Bautista, y con seguidores de este) tendría que predicar algo más y nuevo, porque de lo contrario no e explica que Jesús fundar su propio grupo.

La frase para testimonio de Israel del Evangelio de los ebionitas no significa otra cosa que al proclamar esta doctrina exigían la conversión de los israelitas que temían a Yahvé, so pena de ser condenados al fuego eterno si no la escuchaban. Tanto Mt 3,10 y Lc 3,9 testimonian que esto era así. Transcribo el texto de Mateo que considero anterior al de Lucas:

“Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego”.

En síntesis, y si no me equivoco, la predicación primitiva de Jesús y de sus discípulos era muy parecida, o igual en lo sustancial a la del Bautista, y no era de ningún modo una proclamación / predicación de paz, amor y de solo perdón por parte de Dios, sino una predicación que contenía gran parte de amenazas ( = el fuego, se sobrentiende eterno), si no había una respuesta de arrepentimiento por parte de los israelitas. No se hace mención alguna de los paganos.

Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Lunes, 14 de Agosto 2017

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“Los amigos de Jesús. Pedro, ‘El Roca’, y su dudosa primacía”. Los discípulos de Jesús (VIII) (894)

https://www.tendencias21.es/crist/Los-amigos-de-Jesus-Pedro-El-Roca--y-su-dudosa-primacia-Los-discipulos-de-Jesus-VIII-894_a2365.html

Escribe Antonio Piñero

Falta por comentar, de la primera lista de discípulos de Jesús, Mc 3,14-19, el breve texto siguiente:

….sobrenombre de Pedro, 17 a Jacobo el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Jacobo, los apodó también Boanergés, que significa «tronantes; 18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo el de Alfeo, y Tadeo, Simón el cananeo 19 y a Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.

Comienzo por las tres primeras palabras de este texto, que da para bastante comentario.

“Pedro”: el vocablo griego es pétros, y no significa propiamente “piedra”, sino “roca”. Por tanto, Jesús le llamaba “El Roca”. Teniendo en cuenta los datos de la primacía de Pedro en Mt 16,16… “Y sobre esta roca fundaré mi Iglesia”… es clarísimo que la primacía de Pedro hubo de estar muy bien fundada en la Iglesia primitiva y por tanto en el Nuevo Testamento, nuestra única fuente para los inicios.

Pero esta idea no parece estar del todo bien fundada.

Así, no puede explicarse lo que ocurre con él en Hechos 12,16-17: Pedro es apresado por Herodes Agripa I y después de ejecutar a Santiago / Jacobo se dispone  a hacer lo mismo con Pedro. Pero interviene el cielo y Pedro es liberado milagrosamente. Corre hacia la casa donde están reunidos los “hermanos” en la fe y le abren la puerta:

“Al abrirle, lo vieron, y quedaron atónitos. Él les hizo señas con la mano para que callasen y les contó cómo el Señor le había sacado de la prisión. Y añadió: «Comunicad esto a Santiago y a los hermanos.» Salió y marchó a otro lugar”.

¿A dónde? No se sabe. ¿Dónde está aquí la primacía de Pedro?

No se explica bien que aquí se acabe casi toda la historia de Pedro en los Hechos de Apóstoles (escribo “de apóstoles” y no “Dios los apóstoles”, porque –aunque el título, tardío, de esta obra en la mayoría de los manuscritos lleva el artículo– los mejores de ellos y más antiguos, como el Vaticano y el Sinaítico, del siglo IV, no lo llevan. La autoridad de estos manuscritos es tan grande, y –en segundo lugar– se debe preferir la lectura más breve y difícil, ya que es mucho más fácil que los copistas hayan pasado de “Hechos de apóstoles” a “Hechos de los apóstoles” que al revés…, que la edición crítica del Nuevo Testamento (Nestle-Aland 28) así lo titula (y así lo aceptamos en la futura edición anotada del Nuevo Testamento que estamos preparando).

Sorprendentemente, Pedro vuelve a aparecer en el denominado “concilio o reunión de los apóstoles” que nos cuentan Hechos 15 y Gálatas 2,1-10, con también sorprendentes variantes. Allí, en esa reunión, se discutió si tenía o no razón Pablo en predicar la buena nueva de que Jesús era el mesías también de los paganos. La buena nueva era que Jesús era el mesías no solo de los judíos, sino del mundo entero… Y también se trató en Jerusalén sobre las consecuencias respecto a la observancia, o no, de la ley completa de Moisés por parte de unos paganos que creían en el Mesías. Téngase en cuenta  que en principio los judíos creían que el Mesías era para ellos solos…, pues naturalmente implantaría la supremacía de Israel  sobre la tierra entera… (el reino de Dios) y después… el paraíso eterno, en el que los judíos ocuparían si no los únicos puestos disponibles, sí los mejores.

Pero, según Hechos, en esa reunión trascendental, Pedro dice sorprendentemente lo que sigue:

“Después de una larga discusión, se levantó Pedro y les dijo: «Hermanos, vosotros sabéis que ya desde los primeros días me eligió Dios entre vosotros para que por mi boca oyesen los gentiles la Palabra de la Buena Nueva y creyeran”….

Y finalmente se llegó a un acuerdo (que aparece de modo muy diverso en Gálatas y en Hechos, y que explico en mi libro sobre Pablo, “Guía para entender a Pablo”, Trotta, Madrid, 2015).

Desde luego, la afirmación de Pedro de que él es el que ha recibido el encargo divino de predicar a los gentiles es absolutamente sorprendente… ya que Pablo afirma exactamente lo contrario en Gálatas 2,6-9:

“Y de parte de los que eran tenidos por notables - ¡qué me importa lo que fuesen!: en Dios no hay acepción de personas - en todo caso, los notables nada nuevo me impusieron.  Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, – pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles– y  reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos».

Insisto: ¡es exactamente lo contrario!

Además la pretensión de Pedro en los Hechos de haber sido él “el inventor” de la predicación sobre Jesús a los paganos se basa en las historias, muy legendarias de Hechos 10 y 11… donde nada menos que a un judío convencido como Pedro y observante de la ley de Moisés (prueba: “Y dijo Pedro: «Vosotros sabéis que no le está permitido a un judío juntarse con un extranjero ni entrar en su casa; pero a mí me ha mostrado Dios que no hay que llamar profano o impuro a ningún hombre” (Hch 10,28), se le muestra una visión celeste, en la cual se le ordena taxativamente contravenir todos los preceptos sobre los alimentos de esa misma ley mosaica, otorgada por Dios mismo en el Sinaí:

“Sintió hambre Pedro y quiso comer. Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis, 1 y vio los cielos abiertos y que bajaba hacia la tierra una cosa así como un gran lienzo, atado por las cuatro puntas. 2 Dentro de él había toda suerte de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. 3 Y una voz le dijo: «Levántate, Pedro, sacrifica y come.» 4 Pedro contestó: «De ninguna manera, Señor; jamás he comido nada profano e impuro.» 5 La voz le dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano.» 6 Esto se repitió tres veces, e inmediatamente la cosa aquella fue elevada hacia el cielo”.

Pues bien, este mismo “inventor” por orden divina de la misión a los paganos tuvo un enorme altercado con Pablo porque a instancias de la gente de Santiago, el hermano del Señor, ni siquiera se atrevía a participar de una mesa común con ex paganos que se habían convertido ya a la fe en Lucas como mesías. Pablo lo cuenta así:

“11 Mas, cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión. 12 Pues antes que llegaran algunos del grupo de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero una vez que aquéllos llegaron, se le vio recatarse y separarse por temor de los circuncisos. 13 Y los demás judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto de que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la simulación de ellos. 14 Pero en cuanto vi que no procedían con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: «Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?» (Gálatas 2,11-14).

La pregunta obvia es: ¿Cómo es posible que el paladín de la predicación de Jesús a los paganos, no quiera ni sentarse a la mesa a los paganos convertidos a la e en Jesús como mesías?

Y ahora seré breve: las conclusiones, que pueden obtenerse  de todos estos textos que presentan afirmaciones y situaciones totalmente contradictorias entre sí, podrían ser las siguientes:

1. Es muy dudosa la primacía de Pedro. Se fundamenta ciertamente en Mateo 16 y Juan 21… pero…

2. Es totalmente seguro que la comunidad judeocristiana mesiánica de Jerusalén tuvo como jefe a Santiago / Jacobo, hermano del Señor (que no era de los Doce) y no a Pedro. La razón: porque era una comunidad apocalíptica judía, orientada a la parusía inmediata de Jesús, en donde primaba la tradición judía: los jefes de tales grupos, una vez  que fallece el fundador (en este caso Jesús) pasa a la familia de este. El ejemplo de los Macabeos es sintomático y clarísimo. Muerto Judas (166-161 a. C.), lo sustituye su hermano Jonatán (161-143 a. C.) y muerto éste su hermano menor, Simón (143-135), el último de los cinco hijos supervivientes de Matatías. Pedro, por tanto, fue relegado en la primacía de los “apóstoles” por Jacobo /Santiago probablemente porque era el hermano del Señor.

3. Es prácticamente seguro que los relatos de Hch 10-11 son altamente legendarios. Están inventados o recogidos por “Lucas” (ni siquiera es seguro de que la tradición sobre este como autor de Hechos sea correcta; hay muchos estudiosos que albergan dudas serias). El “inventor” de la misión sobre Jesús a los paganos fue Pablo y por encargo divino, como proclama en Gálatas 1-2.

4. No hay el menor rastro de una primacía de Pedro en el Nuevo Testamento (salvo, como he dicho, en la comunidad que está detrás del Evangelio de Mateo, probablemente de Siria, enfrentada a la de Jerusalén y en Evangelio de Juan, Apéndice tardío, capítulo 21; los dos textos son muy dudosos desde el punto de vista de la historia), puesto que las dos cartas que se atribuyen 1 2 Pedro en el Nuevo Testamento han sido compuestas por seguidores de Pablo (tienen una teología paulina) y no de Pedro.

5. Es altamente probable que el autor de Hechos fuera un hombre que –al procurar difundir su idea de que los seguidores de Jesús formaban una piña unida y de que no había divisiones entre ninguno de los cabecillas importantes del movimiento de Jesús– recogiera –o inventara– las narraciones en las que Pedro, y no Pablo, es el llamado primero por Dios para misionar a los gentiles; luego haga hablar a Pedro como Pablo en los Hechos y a Pablo como Pedro, por ejemplo,  en el discurso e Antioquía de Pisidia en Hch 13.

6. A la vez no cabe duda tampoco que hubo una suerte de primacía de Pedro. Yo la explico como un intento positivo de los paulinos para no desligarse de la comunidad de Jesús (Gálatas 2 y la colecta pro Jerusalén en 1 Corintios 8 y 9)  y de que los paulinos tomaron a Pedro como nexo de unión entre paulinistas y judeocristianos, como puede deducirse de la tradiciones evangélicas, incluso en Marcos, que dibuja a un Pedro poco agraciado, que cuenta muchas anécdotas de Pedro, y no de los demás apóstoles, y del capítulo 21 del Evangelio de Juan, muy legendario, donde se confirma la primacía de Pedro.

7. En conjunto, todo es muy confuso respecto a Pedro en el Nuevo Testamento cuando se examinan los textos con cuidado. En síntesis, la primacía del “Roca”, Pedro y su función en la Iglesia primitiva, al menos tal como lo transmite nuestra única fuente, el Nuevo Testamento no está nada clara.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Miércoles, 16 de Agosto 2017

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“Los amigos de Jesús. Santiago hijo de Zebedeo”. Los discípulos de Jesús (IX) (895)

https://www.tendencias21.es/crist/Los-amigos-de-Jesus-Santiago-hijo-de-Zebedeo-Los-discipulos-de-Jesus-IX-895_a2366.html

Escribe Antonio Piñero

Ante todo, deseo expresar mi profunda tristeza por lo ocurrido ayer en Barcelona. Tengo allí muchísimos amigos… y pienso ¿Y si le ha “tocado” a uno de ellos? Suelen pasear por la Rambla algunos, porque viven cerca. Estoy anonadado.

De (casi) nada sirven los lamentos, puesto que eso buscan los terroristas y en ellos se deleitan. De (casi) nada sirven las repulsas multitudinarias. Son emocionantes y emotivas, necesarias –y yo participaré–, pero incompletas. Se necesita también otro tipo de acción.

¿No habría que pedir a la Unión Europea una respuesta conjunta y firme respecto a los cientos de dirigentes de las mezquitas que hay en Europa que no condenan los atentados? Jamás lo hacen y viven entre nosotros.

Creo que a más de uno se nos ha ocurrido alguna respuesta institucional…

Y ahora sigo con mi breve comentario, pues falta aún algo que decir de la primera lista de discípulos de Jesús, Mc 3,14-19.  El breve texto al que me refiero es el siguiente:

….llamó Jesús…  17 a Jacobo el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Jacobo, los apodó también Boanergés, que significa «tronantes; 18 a Andrés, Felipe,

tronantes: o «atronadores». Literalmente, «hijos del trueno» con el significado de «carácter violento» o «tempestuoso». «Hijos de» es la manera semítica de expresar un adjetivo del que carece la lengua (por ejemplo, «satánico» = «hijo de Satanás»). Sin embargo, no resulta clara la etimología de la segunda parte de Boanergés = bene («hijos de») rgš («el ruido» o «el trueno»); o bien bene regez, «hijos de la ira».

Sobre Jacobo /Santiago:

Creo que el mejor comentario es realzar su pertenencia al grupo íntimo de Jesús. La muestra (Mc 5,37, “La hija de Jairo”: “Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago”.

Como Santiago aparece normalmente en los Evangelios junto a su hermano Juan, y casi siempre se le nombra el primero (al contrario en Lc 8,51 y 9,28; igualmente en Hechos 1,13), la tradición le atribuye la primogenitura. En Hechos de apóstoles hasta el capítulo 12  la figura de Santiago es borrosa y anodina o ausente, y Juan le supera en presencia junto a Pedro.

Hay un par de episodios que definen su carácter, aparte del denominativo inventado por Jesús. El primero es su pretensión (según Mt 20,20 es su madre la causante de todo) de ocupar los primeros puestos en el futuro reino de Dios:

“Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.» 36 El les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?» 37 Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» 38 Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» 39 Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con el que yo voy a ser bautizado; 40 pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.» 41 Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan”.

El texto indica que los discípulos están convencidos de  que el reino de Dios,

· Aún no había venido. El reino de Dios no está presente simplemente con la aparición de Jesús en la tierra

· Hay premios para los que sean fieles a Jesús. Y esos premios son materiales. El reino de Dios se instaurará en la tierra de Israel. No es un Reino ultramundano.

· Los que proclaman la venida del Reino corren peligros graves de perder la vida

· Jesús no mandará absolutamente en ese Reino, sino Dios.

· Hay una suerte de predeterminación divina. Dios sabe de antemano el comportamiento de sus fieles y ya les ha preparado el premio.

Y significativa también es la participación de Santiago / Jacobo en el conocido episodio de la repulsa de los habitantes de un pueblecito samaritano cuando Jesús y sus discípulos, de camino a Jerusalén intentan acortar camino y pasan al lado… buscando hospitalidad:

“Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén,  52 y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada;  53 pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén.  54 Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?»  55 Pero volviéndose, les reprendió;  56 y se fueron a otro pueblo”.

Comentario brevísimo (simples deducciones a partir de este texto):

· Jesús (a pesar de lo afirmado en Mt 10,5-6: muy dudoso, aunque auizás con un findo histórico) no puede ser enemigo de los samaritanos si de verdad participaban intensamente de la teología de la restauración de Israel, que ya henos comentado: Samaría es Israel. Casi diez tribus pertenecían a ese territorio, junto con Galilea… Jesús –muy probablemente– no podía rechazar a los samaritanos de su proclama del Reino (Parábola del buen Samaritano: Lc 10,30-36; testimonio del Evangelio de Juan sobre la estancia de Jesús en Samaria, capítulo 4; diversos comentarios de Hechos de apóstoles sobre el éxito del seguimiento de Jesús en –Samaría tras su muerte (Hch 1,8; 8,1.5.9.14; 9,31; 15,3), pasajes absolutamente imposibles de explicar si Jesús hubiese prohibido el contacto con los samaritanos

· Terrible carácter el de Santiago. Y era, sin embargo, amigo íntimo de Jesús.

· Los discípulos estaban persuadidos de poder pedir a Jesús un castigo ejemplar para los que no cumplían con las sagradas reglas de la hospitalidad en el mundo antiguo, como ya hemos comentado. Hay aquí signos inequívocos de un no rechazo a la violencia, como hemos comentado largamente en la serie sobre “Jesús sedicioso” a los ojos de los romanos.

· Los discípulos estaban convencidos del poder de Jesús sobre el ámbito celeste.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Viernes, 18 de Agosto 2017

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“Los amigos de Jesús. Juan hijo de Zebedeo. ¿Quién era realmente este personaje?”. Los discípulos de Jesús (X) (896)

https://www.tendencias21.es/crist/Los-amigos-de-Jesus-Juan-hijo-de-Zebedeo-Quien-era-realmente-este-personaje-Los-discipulos-de-Jesus-X-896_a2367.html

Escribe Antonio Piñero

El texto que comentamos es el mismo que la vez anterior, que repito para mayor comodidad en su segunda parte:

Marcos 3,17: “Llamó Jesús …a Jacobo el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Jacobo, los apodó también Boanergés, que significa «tronantes»”.

Sobre Juan habría mucho que decir, porque la tradición ha inventado mil cosas sobre él, que la crítica poco a poco ha ido poniendo en duda:

· Ciertamente no puede dudarse que era un discípulo de Jesús. Que fue llamado por él junto con su hermano; que pertenecía al grupo de los íntimos; que era un “tronante”, igualmente de espíritu fuerte, celoso de Yahvé, amante de imponer por la fuerza sus ideas, si fuere necesario.

· A pesar de que Lucas afirma que los dos discípulos comisionados por Jesús para prepararle la Pascua eran Pedro y Juan (22,8), como la tradición de la que bebe Lucas (Mc 14,13) esos discípulos son innominados (“Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice…”), es muy probable que –siguiendo una de las leyes de la tradición de especificar y aumentar los detalles en donde antes había poco– esa tradición no es fiable.

Pongo otro ejemplo de tradición que amplifica: el personaje a quien un discípulo (también innominado) corta la oreja en el episodio del prendimiento de Jesús en Getsemaní (Mc 14,47): en Marcos, Mateo y Lucas  (que siguen a Marcos) el discípulo es innominado / en el Evangelio de Juan (18,10) es Pedro. El que sufre la agresión en su oreja es innominado igualmente en Marcos / Mateo y Lucas. Pero en el Evangelio de Juan se llama Malco. La oreja cortada es simplemente una oreja en Marcos y Mateo. Pero ya Lucas precisa que es la oreja derecha. Y la tradición que sigue el Evangelio de Juan afirma también que es la oreja derecha.

Por tanto: la tradición tiende a aumentar y precisar por su cuenta (legendariamente) lo que al principio es algo ignorado. Puse otro ejemplo en una postal anterior cuando sostuve que otro caso interesante es el contraste entre Lc 3,7: “Decía, pues, a la gente que acudía para ser bautizada por él: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?” (Fuente Q). Pero Mateo precisa (3,7): “Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?”.

Y es curioso porque Lucas –que probablemente es posterior cronológicamente a Mateo había conservado una tradición antigua e imprecisa; pero Mateo, posterior, ya maneja una tradición que ha sido amplificada. Por tanto, hay razones para dudar de las tradiciones amplificadoras, que aquí en concreto se mueve por la inquina de la comunidad primitiva contra los fariseos –dominantes en el judaísmo superviviente a la catástrofe de Israel y Jerusalén del año 70 y que no quería ya “sectas” separadas como las de los judeocristianos… Y sin duda esos judíos las criticaban ferozmente. La respuesta de los judeocristianos fue amplificar contra los fariseos especialmente la tradición de enemigos innominados de Jesús (es decir, añadir, o precisar “eran fariseos” donde solo había un “alguno”).

· Es dudoso quién es ese discípulo, innominado, conocido del ex sumo sacerdote Anás, que introduce a Pedro en el patio de la mansión donde –según una tradición también dudosísima– se estaba juzgando a Jesús (Jn 18,15-18).  La exégesis está aquí dividida:

- Unos opinan que es imposible, o inverisímil que un humilde pescador de Galilea fuera amigo, conocido, de un sumo sacerdote

- Otros sostienen que no es imposible, ya que Zebedeo tenía jornaleros a su servicio (Mc 1,20) y por tanto era el propietario de una empresa que podría haber suministrado pescado a Jerusalén desde el Mar de Galilea (por ejemplo, conservado en sal, etc.)

· Es dudoso quién es el discípulo que estaba con Pedro en la escena dibujada en  Jn 20,4-8:

“1 El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. 2 Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.» 3 Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. 4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. 5 Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. 6 Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, 7 y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, 9 pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos

Aquí las preguntas y las dudas se acumulan:

· ¿Quién es el discípulo amado del v. 2?

· Hay que tener en cuenta que en el Evangelio de Juan no se menciona nunca cómo tal en el Evangelio de Juan… ¿Por qué?

· ¿Cómo es que el discípulo al que amaba Jesús no creyera en él hasta después de su resurrección: = “Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó”?

· Y la afirmación más general del v. 9: “Pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos”.

¿Cómo es posible este hecho después de que Marcos afirma en 8,31-32:

1. “Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. 32 Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle”.

2. Y en 9,30-32: “Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, 31 porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.» 32 Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle”.

3. Y en 10,32-34: “Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: 33 «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, 34 y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará»”.

No es posible, pues, lo que afirma el Cuarto Evangelio: “Y vio y creyó”. 9: “Pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos”.

Y para muestra basta un botón. Insisto en que no es posible mantener una actitud acrítica respecto a la información proporcionada por los Evangelios.

Las mencionadas hasta ahora son preguntas claves que debemos hacernos respecto a Juan como discípulo. Continuaremos el próximo día  exponiendo algo más sobre el “Discípulo amado”. ¿Era realmente Juan, hijo de Zebedeo?

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Domingo, 20 de Agosto 2017

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“Los amigos de Jesús. Juan hijo de Zebedeo, ¿el Discípulo amado?”. Los discípulos de Jesús (XI) (897)

https://www.tendencias21.es/crist/Los-amigos-de-Jesus-Juan-hijo-de-Zebedeo-el-Discipulo-amado-Los-discipulos-de-Jesus-XI-897_a2368.html

Escribe Antonio Piñero

Sobre este misterioso personaje escribí brevemente en la “Guía para entender el Nuevo Testamento”, Madrid, 5ª ed., 2016. Haré ahora una síntesis, ya que mi pensamiento no ha cambiado al respecto.

El Evangelio mismo (en su apéndice del capítulo 21, que es ciertamente de otra mano) presenta como su autor, o al menos como garante de la información en él contenida, al “Discípulo amado” (21,24: “Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero”.). El resto del Evangelio (el propiamente tal: capítulos 1-20) no contiene dato alguno sobre este personaje que ciertamente es el garante –según el Evangelio mismo– de lo que en él se contiene:

Quizás haya otra afirmación por el estilo –es dudosa y poco clara en todo caso– en 19,35 a propósito de la lanzada en el costado de Jesús  (“Lo atestigua quien lo vio, y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad para que vosotros creáis”).  Es posible que este texto procediera de la misma mano que la del redactor secundario del Apéndice (capítulo 21 y que se refiriera también al Discípulo amado.

Hay cinco menciones de este “discípulo amado” en el Evangelio de Juan:

1. 13,23-26: Última Cena.

2. 18,15-16: aquí aparece como “otro discípulo” que hace el favor a Pedro de introducirlo en el palacio del sumo sacerdote.

3. 19,25-27: Jesús confía el cuidado de su madre al discípulo amado.

4. 20,2-10: el discípulo a quien Jesús amaba corre con Pedro y llega antes al sepulcro.

5. 21,20-24. Aquí aparece dos veces: “Pedro se vuelve y ve que le seguía el discípulo a quien Jesús amaba”: v. 20; “Éste es el discípulo que da testimonio de esto y que lo ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es  verdadero”: v. 24.

La tradición entera de la iglesia primitiva y algunos estudiosos hasta hoy ven en este “discípulo” al apóstol Juan, hijo del Zebedeo (Mt 4,21 y par), muerto quizás en el 44 d.C. (Hch 12,2). Sin embargo, de un modo casi unánime, incluso entre los críticos católicos, se rechaza esta opinión. Son tres fundamentalmente las razones que apoyan este rechazo:

1. El Cuarto Evangelio no es el producto de un testigo visual, sino alguien que utiliza material escrito anterior: por ejemplo, una especie de fuente donde se hallan recogidos varios milagros de Jesús, más otra al menos, la historia de la Pasión, similar a la de los Sinópticos. ¿Necesitaría de fuentes ajenas un testigo visual de los hechos?

2. Este discípulo nunca es llamado por su nombre. ¿Qué razón habría para no hacerlo si se tratara de Juan hijo del Zebedeo? El cap. 1 del Evangelio llama por su nombre a otros varios discípulos, ¿por qué callar precisamente el de Juan? Este argumento tiene su punto débil en que el autor del Cuarto Evangelio tampoco llama por su nombre a la madre de Jesús. El argumento del silencio es llevado al extremo por algunos investigadores que piensan que, al no nombrar a este discípulo de un modo específico, el autor mismo del Evangelio da a entender que se trata de un discípulo ideal, no real, la encarnación literaria del modelo del discípulo perfecto.

3. La teología del Cuarto Evangelio es muy evolucionada, su cristología es muy avanzada; supone un conocimiento de la tradición sinóptica y sólo puede haberse compuesto en su conjunto en un estadio tardío dentro del desarrollo de la teología cristiana del siglo I.

Para mantener en parte la tradición eclesiástica hay autores que defienden que el “Discípulo amado” –no precisamente Juan, hijo del Zebedeo, sino otro personaje secundario del cristianismo primitivo, desconocido por otra parte— pudo estar en el origen, tras la línea de pensamiento que interpretó la vida, misión y figura de Jesús de esta manera tan peculiar. Es decir, el autor real del Cuarto Evangelio se inspira en las interpretaciones de Jesús de este “discípulo amado”, que está detrás de la denominada “escuela johánica” (cf. cap. 23) de pensamiento.

No es improbable que la figura de un garante de la tradición dibujada en el Evangelio pudiera haber sido importante en la historia de la comunidad que está detrás del Evangelio (quizás el fundador de ella), y que se transformara o sublimara con el tiempo en el tipo del discípulo ideal de Jesús.

Siguiendo esta hipótesis, en una época posterior un personaje anónimo del grupo de seguidores del “discípulo amado” compuso el Cuarto Evangelio basándose en las tradiciones que se fundamentaban en ese discípulo, probablemente ya fallecido. A éste autor l denominamos “Juan” por comodidad. Pero no pudo ser un espectador directo de la vida de Jesús porque ofrece una imagen demasiado diversa a la de los Sinópticos, sobre todo de la de Marcos, que en opinión de muchos estudiosos es la que más se acerca al Jesús histórico.

Como nos ha ocurrido hasta ahora, sabemos muy poco de lo que nos interesará saber. A algunos les puede parecer que es desesperante nuestra escasez de datos. Pero precisamente por ello, la tradición y la imaginación posterior amplifica lo poco que hay y se inventa, a veces, presuntos hechos que no resisten la menor crítica. “Ignoramos e ignoraremos”.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Martes, 22 de Agosto 2017

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“Los amigos de Jesús. Juan hijo de Zebedeo, en Hechos de apóstoles”. Los discípulos de Jesús (XII) (898)

https://www.tendencias21.es/crist/Los-amigos-de-Jesus-Juan-hijo-de-Zebedeo-en-Hechos-de-apostoles-Los-discipulos-de-Jesus-XII-898_a2369.html

Escribe Antonio Piñero

De un personaje tan importante al que la tradición atribuye nada menos que la composición de todo el corpus johánico (Cuarto Evangelio y tres cartas, 1 2 3 Juan) solo sabemos algo más de cierto (¿?) a través de Gálatas 2,7-9 (poco: que era una “columna” = un dirigente de la iglesia de Jerusalén) y de los Hechos de apóstoles canónicos, obra que se ocupa parcialmente de Pedro y de Juan en su primera parte (grosso modo hasta el capítulo 13). En Hechos y en Gálatas el apóstol Juan no habla, sino que solo lo hace Pedro. Juan actúa como de comparsa y ayuda.

Mi hipótesis al respecto es conocida: los Hechos (prescindo de Gálatas por el momento; diré algo al final) están compuestos con la intención de presentar una imagen más o menos idílica de  la Iglesia primitiva y sobre todo para promover que el paulinismo –al que pertenece el autor y que es la corriente más importante de los seguidores de Jesús– aparezca unido a la comunidad madre de Jerusalén.

Indirectamente también que no tenía nada absolutamente en contra de la expansión del judeocristianismo en Samaria y la periferia de Jerusalén (considerando así ciudades de la costa como Jope, que hoy denomina Jafa o Haifa) que estaban relativamente alejadas del poder de Santiago, el hermano de Jesús. Pedro no aparece como si esta estuviese dirigiendo la comunidad de Jerusalén, sino como su embajador, cuestionado, en todo caso. Léase el comienzo del capítulo 11, al principio, en donde se dice que “los apóstoles y los hermanos que había por Judea”  controlan perfectamente a Pedro. En este cuadro o paisaje espiritual, Juan no pinta realmente casi nada.

Los textos que afectan a Juan son los siguientes:

1. Hechos 3,1-11 Lo que nos interesa de este texto  es:

3,1: Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona (las quince horas actuales)

3,2-3. 5-11: un hombre, tullido desde su nacimiento ve a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les pidió una limosna, esperando recibir algo de ellos. Pedro lo cura, en presencia de Juan y el ex tullido no soltaba a ninguno de los dos (Pedro y Juan) y entra con ellos en el Templo. El que pronuncia un discurso importante es Pedro vv.12-26.

2.  Hechos 4. En ese capítulo completo (4,1-33) aparece Juan, de nuevo al lado de Pedro, pero permanece en silencio. El autor de Hechos procura presentar a Pedro y a Juan como “ellos dos” en gran sintonía; pero en realidad es Pedro el que actúa y habla. Así: “Estaban hablando al pueblo, cuando se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos… les echaron mano y les pusieron bajo custodia hasta el día siguiente, pues había caído ya la tarde. Los llevan a la cárcel y al día siguiente se reunieron en Jerusalén sus jefes, ancianos y escribas…  pusieron en medio y les preguntaban: «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho vosotros eso?». Y entonces es Pedro, quien, lleno del Espíritu santo, pronuncia su tercer gran sermón. Juan está a su lado, pero nada dice.

Los grandes jefes y los que presenciaban la escena, (v. 13) al ver la valentía de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin instrucción ni cultura, estaban maravillados. Reconocían, por una parte, que habían estado con Jesús… y al mismo tiempo veían de pie, junto a ellos, al hombre que había sido curado; de modo que no podían replicar. Les mandaron salir fuera del Sanedrín y deliberaban entre ellos. Temían que las noticias sobre Jesús se divulgara entre el pueblo y aumentara el número de seguidores del Crucificado. Por eso, llaman a Pedro y Juan y les mandaron que de ninguna manera hablasen o enseñasen en el nombre de Jesús. Pero  Pedro y Juan les contestaron: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios.  No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.» Ellos, después de haberles amenazado de nuevo, les soltaron, no hallando manera de castigarles, a causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios por lo que había ocurrido,

Una vez libres, Pedro y Juan vinieron a los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y ancianos. La comunidad da gracias a Dios por lo ocurrido y pide que conceda a sus siervos, principalmente a Pedro y a Juan  que puedan predicar tu Palabra con toda valentía. La comunidad supone que los dos apóstoles van a continuar realizando curaciones, señales y prodigios por el nombre de Jesús. Y concluye la parte del capítulo 4 que nos interesa con la afirmación siguiente: “Acabada la oración del grupo de judeocristianos, retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la palabra de Dios con valentía.

La interpretación de este pasaje es que estamos en un contexto altamente legendario, como indica la repetida mención de milagros, y un terremoto. Y de un contexto legendario es difícil obtener una verdad histórica. Pero sí podemos deducir que Juan apenas es nada más que un soporte silente de Pedro.

En segundo lugar puede inferirse que los seguidores de Jesús tiene éxito entre el pueblo porque un crucificado por los romanos era un héroe nacional. Las palabras que se dijeran sobre él tendrían éxito seguro en el ambiente exaltado de Jerusalén que habría de conducir unos treinta años más tarde al inicio de la guerra de los judíos contra Roma. El punto de vista de los evangelistas a este respecto es inverosímil. En efecto, pintan a un pueblo de Jerusalén que pasa de ser un fervoroso seguidor de Jesús, a odiar tremendamente a Jesús y luego ir detrás de Pedro y Juan con gran fervor –llegan a convertirse de un golpe más de 5.000 jerusalemitas a la fe en Jesús como mesías (Hch 4, ) y a proclamarse seguidores de él.

A mi parece que goza de gran probabilidad la hipótesis interpretativa de que al principio Jesús crucificado fue un héroe de las multitudes jerusalemitas (antes de  ser reinterpretado por Pablo), alentadas por Pedro y Juan, porque había sido un profeta que –por predicar el reino de Dios y sus consecuencias político-sociales–  había sido crucificado por el Imperio Romano, con la ayuda de los jefes supremos del pueblo judío en ese momento. Esta imagen no es a que los cristianos normales que leen hoy los Hechos de apóstoles obtienen de la lectura  de los capítulos que comentamos.

Los textos del Nuevo Testamento al respecto son: 

“Faltaban dos días para la Pascua y los Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle.  Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo» = Mc 14,1-2) a pedir que Poncio Pilato lo crucifique (sobre todo en Mateo cuando grita: con más fuerza: «¡Sea crucificado!», cuando Poncio Pilato se declara inocente de la sangre de Jesús vuelve a gritar «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»: Mt 27,22-25), y Hch 4,4)

3. El siguiente pasaje que nos interesa respecto a Juan está en el capítulo 8 de Hechos desde el principio:

“En aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia de Jerusalén. Y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria…4 Los que habían sido dispersados iban por todas partes anunciando la palabra. 5 Entonces Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba al Mesías. 6 Las multitudes, de modo unánime, escuchaban atentamente lo que Felipe decía al oír y ver los signos que realizaba. 7 De muchos posesos salían los espíritus impuros dando grandes gritos; muchos paralíticos y cojos eran curados. 8 Y se produjo una gran alegría en aquella ciudad.

14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan, 15 quienes bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu santo. 16 Porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.

El comentario a vuela pluma muestra que es imposible tanto éxito de la predicación sobre Jesús en Samaria, por parte sobre todo del apóstol Felipe, si Jesús hubiese dicho tal cual lo que le atribuye el evangelista Mateo: “A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos” (Mt 10,5).

Dejo de lado, de momento, una reconstrucción plausible de las palabras y de la mentalidad de Jesús aquí para concentrarme en lo que puede afectar al apóstol Juan: ¿Cómo iban a contravenir palabras tan claras de Jesús sus seguidores más íntimos? No es posible. Y lo que nos importa: los que mandaban en Jerusalén confiaron a Pedro y Juan que fueran a Samaria y confirmaran con sus bendiciones, más la venida del Espíritu santo, el ingreso de samaritanos en el grupo de seguidores de Jesús. El apóstol Juan es también el ayudante de campo de Pedro.

4. El último texto que afecta a Juan en Hechos de apóstoles es el capítulo 12: durante la persecución anti judeocristiana de Herodes Agripa I (reinó del 41 al 44 d. C.), muere asesinado Santiago / Jacobo, el hermano de Juan, Pedro se escapa y no se sabe a dónde va… y de Juan no se dice ni una palabra.

He aquí el texto:

“Por aquel tiempo el rey Herodes tomó la iniciativa de dañar a algunos miembros de la Iglesia. 2 Mató a espada a Jacobo, el hermano de Juan. 3 Al ver que aquello resultaba agradable a los judíos, pasó a detener también a Pedro…” este  es liberado por un ángel… y llegó a la casa de María, la madre de Juan, de sobrenombre Marcos, donde había muchos reunidos y orando…. Cuando abrieron y lo vieron, quedaron estupefactos. 17 Y haciéndoles señas con la mano para que guardaran silencio, les explicó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. Luego añadió: ‘Anunciad esto a Jacobo y a los hermanos’ Y Pedro salió y se dirigió a otro lugar….” (Hch 12,1-17)

Y se acabó prácticamente la intervención de Pedro en la vida de la comunidad de Jerusalén y en la que estaba por entonces Pablo (en Antioquía) hasta el denominado “concilio de los apóstoles” (Hch 15). Y allí Juan debió de desempeñar una función prominente, pero no sabemos cuál era en concreto.

El capítulo 2 de Gálatas (vv. 7-9) le reconoce esa importancia… pero sin especificar… y por tanto nos quedamos sin saberlo. He aquí el texto:

“Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, –pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles–  y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos.

Solo queda claro que el apóstol Juan no estaba en absoluto comprometido con la predicación del Evangelio a los paganos.

Nos queda solo un apartado –aunque amplio–– sobre el apóstol Juan: la enorme expansión de su figura en a) la tradición neotestamentaria y b) la tradición apócrifa de la que tenemos constancia escrita desde finales del siglo II.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Jueves, 24 de Agosto 2017

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“Los amigos de Jesús. Juan hijo de Zebedeo, en los Hechos apócrifos de los apóstoles”. Los discípulos de Jesús (XIII) (899)

https://www.tendencias21.es/crist/Los-amigos-de-Jesus-Juan-hijo-de-Zebedeo-en-los-Hechos-apocrifos-de-los-apostoles-Los-discipulos-de-Jesus-XIII-899_a2370.html

Escribe Antonio Piñero

Los Hechos de apóstoles (no “Los Hechos de los apóstoles”, que es un título aún más tardío) suscitaron mucho interés entre los cristianos y muchos seguidores e imitadores literarios. Los Hechos de apóstoles que se editan en el Nuevo Testamento son de un autor que no conocemos a ciencia cierta. Sin embargo,  la mayoría de los intérpretes piensa que es el mismo que el del tercer Evangelio,  y a los dos llamamos Lucas por conveniencia. En realidad tampoco sabemos quién es. Tampoco podemos fecharlos a ciencia cierta y la data de su composición oscila entre los estudiosos: entre el 95/100 d. C. hasta el 130… y algunos autores… incluso más tarde.

Nos consta con bastante certidumbre que a mediados del siglo II (hacia el 150) ya se habían escrito unos Hechos apócrifos de Andrés, cosa curiosa porque este personaje tiene poca importancia en los Evangelios canónicos (doy al final lo datos técnicos de la edición multilingüe en español). Y a finales del siglo II ya había otros Hechos apócrifos de Pedro, de Pablo y  de Juan. Los de Tomás se hicieron esperar, pero a mediados del siglo III (hacia el 250) ya había unos “Hechos apócrifos de Tomás” completos.

Concentrándonos en el amigo íntimo de Jesús, Juan, hijo de Zebedeo, sabemos que hacia el 180 d. C. ya existían estos Hechos apócrifos, aunque no podemos dilucidar si vieron la luz en primer lugar los Hechos apócrifos de Pedro o los de Juan. Es probable que el orden de aparición cronológica de estas narraciones apócrifas sea el siguiente: Hechos de Andrés -> Hechos de Juan -> Hechos de Pedro -> Hechos de Pablo -> Hechos de Tomás.

Para que surgiera en concreto la literatura de los “Hechos apócrifos de Juan” ayudaron varios factores:

· El halo de misterio en torno al Discípulo amado como autor del Cuarto Evangelio.

· La inseguridad sobre quién había compuesto las tres Cartas de Juan, y que este se llamara el “Presbítero”, es decir, “El Anciano”, tal como se presenta a sí mismo al comienzo de las Cartas Segunda y Tercera (1Jn 1,1 y 2 Jn 1,1)

· Que el autor del Apocalipsis se presentara a sí mismo como “Yo, Juan” en 9,9 y 22,8… ¡sin más! Por tanto, se trataba de alguien conocido por los cristianos.

· Que hubiera también un texto misterioso sobre Juan al final del Cuarto Evangelio, que indujo a creer que este personaje vivió muchos años:

“Pedro se vuelve y ve siguiéndoles detrás, al discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». 21 Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?». 22 Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.» 23 Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: « No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga.» 24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero”.

Este conjunto de “Juan hijo de Zebedeo / El misterioso Discípulo Amado / el Presbítero-Anciano / Juan autor del Apocalipsis” llevó a los cristianos a hacer una mezcla de estas figuras y a crear fantasiosamente el “Juan”, autor del Cuarto Evangelio, que era el mismo que el Presbítero de las Cartas de Juan, y el Juan del Apocalipsis. Ciertamente esta figura, salida de esta mezcla es un personaje imposible históricamente (algo parecido ocurrió con las Marías de los Evangelios y su confusión con María Magdalena  a partir de finales del siglo V y ciertamente ya en el siglo VI). Pero es seguro que a partir de finales del siglo II (hacia el 180: unos ciento cincuenta años tras la muerte de Jesús y ciento cuarenta después de la muerte de su hermano Santiago/Jacobo, hijo de Zebedeo: Hch 12, 1ss) este personaje de historia-ficción llego a  ser el protagonista, la figura central, de los “Hechos apócrifos de Juan”.

Pero no paró la cosa ahí, hacia el 180 d. C.  A partir de estos primeros “Hechos de Juan”, compuestos tan tardíamente, se formó una literatura aún posterior, cuyos elementos principales están reunidos en los segundos “Hechos apócrifos de Juan”, compuestos por un tal Prócoro (no sabemos si es un personaje también de historia-ficción, un presunto criado que tenía “Juan”, que lo acompañó durante la parte de su vida que transcurrió –según la tradición– entre Jerusalén, la isla de Patmos, en el Mar Egeo. y Éfeso en Asia Menor (la actual Turquía).

Gonzalo del Cerro y yo hemos escrito lo siguiente en la “Introducción” a estos Hechos (vol. III, página 475, de la edición que citaré al final:

“Los Hechos de Juan, compuestos por Prócoro según reza el título de la obra, son un capítulo más en el conjunto de tradiciones y leyendas sobre el discípulo amado. Sin embargo, una obra tan larga y prolija como son estos Hechos, parecen ignorar las líneas esenciales de la personalidad del apóstol protagonista transmitida por la tradición. No contienen ni la más liviana alusión a estos grandes detalles de su historia bíblica. Los primitivos Hechos de Juan recuerdan su experiencia sobre la cumbre del Tabor (Hechos apócrifos de Juan 90), que estos Hechos silencian. Apenas hacen una ligera referencia al detalle de que fue el discípulo que se recostó sobre el pecho del Maestro (Jn 13,23; Hechos de Juan de Prócoro 3,6). Esta obra se compuso  en torno a los siglo  V o VI, cosa que deducimos por estilo del relato, por las cosas que cuenta y por razones de orden lingüístico”.

Y finalmente la fantasía popular se concentró en otra obra, muy distinta, de un autor igualmente desconocido, a quien denominamos el Pseudo Abdías, obra titulada “Milagros (en latín “virtutes”) de los Apóstoles”, que  procede también del siglo VI. Esta obra no se publicó hasta 1531, y fue editada por F. Nausea en Colonia.

La edición española de toda esta tradición multisecular se concentra en las siguientes obras, fácilmente accesibles que cito a continuación. Tiene Introducciones, textos originales en griego y latín en la página izquierda, y en la derecha sus traducciones, y notas para que se entienda bien el texto. El volumen contiene también traducciones literales delos fragmentos coptos y siríacos (el texto en estas lenguas no se imprime por motivos prácticos y económicos) y copiosos índices. Hay un “Índice analítico de materias”, bastante amplio, de modo que puede uno encontrar fácilmente el tema que le interese.

Así pues, las obras aludidas son:

· Hechos apócrifos de los Apóstoles. Texto multilingüe. Edición crítica. Introducción, traducción y notas  (con Gonzalo del Cerro). Vol.  I (Hechos de Andrés, Juan y de Pedro), B.A.C. 646, Madrid 2004. ISBN 847914716-4, pp. XIX + 682;

· Hechos apócrifos de los Apóstoles. Texto multilingüe. Edición crítica. Introducción, traducción y notas  (con Gonzalo del Cerro) Editorial B.A.C., Madrid. Volumen II, Madrid 2005 (Hechos de Pablo; de Pablo y Tecla Hechos de Tomás. Índices), ISBN 84-7914-804-7, pp. XVII + 683-1601.

· Hechos apócrifos de los Apóstoles. Texto multilingüe. Edición crítica. Introducción, traducción y notas (con Gonzalo del Cerro) Volumen III, Madrid 2011, 1123 pp. (Hechos de Pedro (Martirio); Felipe; Andrés y Mateo; Martirio de Mateo; de Pedro y Pablo; Viajes y martirio de Bernabé; Hechos de Tadeo; Hechos de Juan narrados por Prócoro (VJ); Hechos de Santiago; Santiago, Simón y Judas; Martirio  de Andrés). ISBN: 78-84-7914-974-1.

De esta edición, un tanto más técnica y completa hay una edición popular sin texto latino, griego, copto o siríaco, y sin apenas notas, que es la siguiente, en dos volúmenes:

· Hechos apócrifos de los apóstoles (I) (Hechos de Andrés, Juan, Pedro Pablo y Tomás). Edición preparada por Antonio Piñero y Gonzalo del Cerro, Editorial B.A.C., Madrid, 2013. ISBN 978-84-220-1637-3. 417 pp. Edición popular del vol. I  = nº 17.

· Hechos apócrifos de los apóstoles (II) (Hechos de Pedro (Martirio); Felipe; Andrés y Mateo; Martirio de Mateo; de Pedro y Pablo; Viajes y martirio de Bernabé; Hechos de Tadeo; de Juan narrados por Prócoro; de Santiago; Santiago, Simón y Judas; Martirio de Andrés). Editorial B.A. C. 2013. ISBN: 978-84-220-1661-8. 450 pp.  Edición popular de los vols. I = nº 18.

Seguiremos el próximo día.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Sábado, 26 de Agosto 2017

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“La figura del apóstol Juan en los Hechos apócrifos" (I) (XIV) (900)

https://www.tendencias21.es/crist/La-figura-del-apostol-Juan-en-los-Hechos-apocrifos-I-XIV-900_a2371.html

Escribe Antonio Piñero

La figura de Juan va evolucionando un tanto en los diversos Hechos apócrifos que hablan de él y lo tienen como protagonista. Me fijaré solo en lo más importante y haré un resumen de su contenido. Lo tomaré del volumen I de la edición Piñero-del Cerro, Hechos Apócrifos de los apóstoles I, Editorial B.A.C., Madrid, pp. 240-242:

Los Hechos de Juan comienzan de un modo brusco con la decisión del Apóstol, movido por una visión, de ir a Éfeso. Allí tiene lugar el episodio de Licomedes y Cleopatra: ésta yace enferma sin remedio. Su marido suplica a Juan que la cure, pero finalmente muere. Por ello, Licomedes, su esposo, transido de pena, fallece también. Juan resucita primero a Cleopatra, y, a su vez, ésta resucita a su marido (18-24).

Ambos insisten en que Juan permanezca con ellos. Así sucede, y Licomedes manda venir a un pintor, quien dibuja el rostro de Juan. Licomedes venera el retrato del Apóstol como si se tratara de una imagen divina. Juan, al descubrirlo, arremete contra la superficialidad que supone una pintura. Sólo importa la imagen interior, dibujada por Cristo, cuyos colores son las virtudes verdaderas (25-37).

Hay luego una gran laguna en el texto en la que debía narrarse (cf. infra § 4) la conversión de Drusiana, su renuncia a la vida matrimonial, el enfurecimiento de su marido, Andrónico, el castigo de la esposa y del Apóstol en sendas tumbas, la liberación misteriosa de ambos y la aparición polimórfica de Cristo a Drusiana.

Juan, ante el estupor de los presentes por lo sucedido, explica a los fieles el sentido profundo de las apariciones polimórficas de Cristo: no son otra cosa que una manifestación múltiple de un ser incorporal y eterno que se acomoda a la debilidad de la naturaleza humana (87-93). A continuación, sigue un fragmento de talante gnóstico valentiniano (cf. infra § 8 II) que contiene un himno, misterioso a primera vista, de Cristo, la explicación del verdadero sufrimiento del Redentor y del gnóstico -que no es otro que la lucha por el apartamiento de la materia-, el profundo sentido del misterio de la Cruz y el verdadero evangelio, que consiste en la certeza de la salvación por medio del verdadero conocimiento, adorando  no a un hombre, sino a un Dios inmutable e incomprensible (94-105).

El día del aniversario del templo de Ártemis Juan se persona, mezclado con los paganos, en el santuario de la diosa. Hay un discurso del Apóstol emplazando a Ártemis a realizar los prodigios del Dios verdadero[[1]]url:#_ftn1 ; más tarde la destrucción del templo y la muerte del sacerdote principal. Luego se narra la conversión de la plebe y posterior resurrección del sacerdote pagano que, a su vez, se convierte también (37-47: sobre el orden de los caps., cf. § 4).

Juan, al día siguiente, y movido por un sueño, sale a la ciudad. Encuentra allí a un joven que acababa de asesinar a su padre, pues no toleraba la reprensión de éste, quien le echaba en cara su pasión amorosa hacia una mujer casada. A la vista de Juan, el joven se convierte y promete abandonar su vida pecaminosa si resucita a su padre. Juan devuelve a la vida al anciano. El joven, arrepentido, se automutila, pero el Apóstol le restituye sus partes, argumentando que el mal no anida en el cuerpo, sino en los malos pensamientos de la mente (48-55).

Juan viaja por diversas ciudades de Asia Menor. En Esmirna libera  del poder del demonio a los dos hijos de un prohombre. Pasado el tiempo, vuelve a Éfeso. Durante el camino unas chinches que le importunaban mientras dormía obedecen la voz del Apóstol y se mantienen quietas en un rincón del aposento. Sirven así de ejemplo a los seres humanos de cómo deben obedecer prontamente las órdenes de la divinidad (56-62).

Cuando ya Juan moraba en Éfeso, un cierto joven, de nombre Calímaco, se enamora perdidamente de Drusiana. Ésta lo rechaza, pues ni siquiera admite el contacto carnal con su marido. El joven continúa molestándola, por lo que muere Drusiana entristecida al ser objeto de escándalo. El joven intentará satisfacer en el cadáver de Drusiana su  incontenible pasión amorosa, por lo que corrompe con dinero al administrador de la casta mujer para que le facilite la entrada al monumento funerario. Ya en la tumba, y a punto de perpetrar su crimen, aparece una terrible serpiente que causa la muerta a ambos, al joven y al ecónomo infiel. Interviene luego Juan que resucita a Drusiana tras un largo discurso en el que pondera la perseverancia en la virtud y el desprecio por lo pasajero. La joven solicita le resurrección de Calímaco y del administrador. Juan accede y vuelve a la vida en primer lugar al joven enamorado. Éste narra lo sucedido en la tumba y se convierte. El Apóstol resucita también al ecónomo, quien persevera en su maldad, por lo que vuelve a morir. Todo el hecho sirve a Juan para poner de relieve el sentido de los prodigios, que no es otro que la conversión verdadera, y la gran paciencia y bondad de Dios respecto al ser humano (63-86)

Finalmente, Juan se despide de los hermanos en una homilía -dentro de una celebración litúrgica-, en la que explica la vocación divina sobre su persona concretada en la virginidad y el apostolado. Se extiende otra vez sobre la admirable naturaleza divina y su bondad, y tras dirigirle una súplica para que proteja a los fieles de la asechanza del Maligno, procede a la fracción del pan. Concluida la eucaristía, se dirige a las afueras de la ciudad, ordena que le caven una fosa, se tumba en ella y expira tranquilamente tras haber proclamado por última vez las maravillas de la economía divina, que procura la salvación de los hombres.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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[[1]]url:#_ftnref1  Los milagros suelen tener una finalidad "demostrativa", como ocurre con el de la destrucción del templo de Ártemis. Cf. J. BOLYKI, "Miracle stories in the Acts of John" en J. N. BREMMER (ed.), The Apocryphal Acts of John, Kampen, 1995, p. 21.

Lunes, 28 de Agosto 2017

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“La caldera de aceite hirviendo. La figura del apóstol Juan en los Hechos apócrifos (II) (XV) (901)

https://www.tendencias21.es/crist/La-caldera-de-aceite-hirviendo-La-figura-del-apostol-Juan-en-los-Hechos-apocrifos-II-XV-901_a2372.html

Escribe Antonio Piñero

Como escribí en una postal anterior, un personaje desconocido, pero a quien se denomina Pseudo Abdías, escribió –dentro de una obra muy amplia sobre milagros de los Apóstoles, una sección dedicada a “Milagros (en latín “virtutes”) del “apóstol Juan”. El Pseudo Abdías  vivió en el siglo VI. Sin embargo, su obra no se publicó hasta 1531, y fue editada por F. Nausea en Colonia. Desde entonces se propagó con cierta rapidez, aunque hoy ha quedado prácticamente en el olvido. Creo que puede parecer interesante, o al menos curioso, leer texto que han servido de alimento espiritual de generaciones de cristianos durante siglos, pero que hoy nos parecen cuentecitos casi de niños. Partes de estas historias han pasado  a la Leyenda Áurea" de Jacobo de la Vorágine en el siglo XII, de ahí al Breviario Romano (texto que –dividido en partes– antes debían leer todos los sacerdotes todos los días…, y de ahí a veces al sermón de los domingos cuando venía bien contar milagros de los apóstoles.

Estos Hechos apócrfios, Las Virtutes o “Milagros de Juan”, repiten al principio –casi al pie de la letra, pero en resumen– las historietas que eran conocidas por los cristianos desde el final  del siglo II, recogidas en los primeros y más importantes Hechos de Juan, como son:

1. La muerte de una casta mujer casada porque no podía resistir los asaltos amorosos de un joven –de nombre Calímaco– que  pretendía a toda costa acostarse con ella. Sigue el relato comentando cómo, mientras Juan pronunciaba una exhortación ante la tumba, el enamorado preparaba con el apoyo de su cómplice Fortunato, el administrador de Andrónico, el marido de la joven muerta, la violación del cadáver de la difunta.

Ya no quedaba en el cuerpo de Drusiana otra prenda que el paño que cubría sus genitales, cuando apareció de pronto una serpiente que mató al mayordomo de un mordisco y derribó al enamorado, Calímaco, al que mordió igualmente. El joven cayó en tierra presa del terror y perdidas las fuerzas por efecto del veneno. Éste fue el cuadro que encontraron Juan y Andrónico –el marido de Drusiana– cuando entraron en el monumento. Iban a celebrar la eucaristía al tercer día después de la muerte de Drusiana cuando advirtieron que no encontraban las llaves. Juan prometió que las puertas se abrirían solas y avanzó el dato de que la fallecida no estaba en su sepulcro. Continúa el relato describiendo la visión de un joven sonriente, un ángel, que anunció la resurrección de Drusiana y cómo había ascendido al cielo.

Cuando Andrónico vio el espectáculo de Drusiana semidesnuda y el de los dos cadáveres, hizo ante Juan una exégesis precisa de lo sucedido. Suplicó al Apóstol que resucitara a Calímaco para que diera su versión de los hechos. Una voz misteriosa, procedente del “Hermoso”, Jesús, había anunciado: “Calímaco, muere para que vivas”. Siguió luego la resurrección de Drusiana, quien rogó para que el mismo Fortunato fuera también resucitado. Cosa que logró la piadosa mujer. Pero el traidor era árbol malo y de mala raíz y huyó despavorido, pues no quería saber nada de la religión. Una solemne eucaristía puso fin a la historia. Juan supo en espíritu que Fortunato estaba para morir, lo que confirmó un joven enviado para informarse.

Después el libro de los “Milagros de Juan” narra la “metástasis” del apóstol es decir, la traslación de su cuerpo al cielo después de su muerte. Según el autor, todo sucedió en domingo. Juan tuvo una alocución a los “consiervos, coherederos y copartícipes del reino de Dios”, y enumera las obras realizadas por su medio como apóstol o enviado: “signos, carismas, descansos, servicios, glorias, fe, comuniones, gracias, dones”.

Terminada la oración pidió a un ayudante suyo que tomara consigo a dos hermanos con cestas y azadones. Cuando llegaron al lugar don había ya otra tumba de uno de los hermanos en la fe, les dijo: “Cavad, hijitos”. Y les urgía para que cavaran más profundamente. Terminado el trabajo, se despojó de su manto y lo extendió en la fosa. Y en pie, vestido con una túnica de lino, extendiendo las manos, pronunció una larga oración. En ella agradecía al Señor que lo conservara limpio de todo contacto con mujer y le pusiera repetidas trabas para que no pudiera contraer matrimonio. Tras un tercer intento por casarse, Jesús le había dicho: “Juan, si no fueras mío, te hubiera permitido casarte”. El final de la Metástasis es sorprendentemente breve: “Con el rostro vuelto hacia oriente, se persignó, se puso en pie y dijo: «Tú conmigo, Señor Jesucristo». Se tumbó sobre la fosa en la que había extendido sus vestidos. Nos dijo: «La paz sea con vosotros, hermanos». Y entregó su espíritu”. Del sepulcro comenzó a manar un maná “hasta el día de hoy”, cuya virtud curaba todas las enfermedades y hacía realidad toda clase de deseos y plegarias.

3. El suceso de la caldera de aceite hirviendo

El primer capítulo de los “Milagros de Juan” recoge la tradición de la prueba que hubo de soportar el apóstol cuando fue arrojado en una caldera de aceite hirviente. El texto de los “Milagros de Juan” parece suponer que el episodio tuvo lugar en Éfeso. El procónsul quiso obligar a Juan a que renegara de Cristo y cesara de predicar. Juan repitió la respuesta que dio Pedro al Sumo Sacerdote en similares circunstancias: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los  hombres” (Hch 5,29). El procónsul consideró tal actitud como un acto de rebeldía contra el emperador. Para castigar al atrevido ordenó que fuera arrojado en una caldera de aceite hirviente. De ella salió Juan “como un fuerte atleta ungido, no quemado”. El procónsul, estupefacto ante tal prodigio, quiso dejarlo libre, pero no lo hizo por temor a contravenir la orden imperial. Según el relato de los “Milagros de Juan”, los hechos ocurrían durante el reinado del emperador Domiciano.

La tradición, de venerable antigüedad, era ya conocida y testificada por Tertuliano (hacia el 220). Roma podía presumir de haber sido honrada con la doctrina y la sangre de los apóstoles: Pedro murió allí crucificado; Pablo, decapitado; “el apóstol Juan fue desterrado a una isla después de que, sumergido en aceite hirviente, nada padeció”[[1]]url:#_ftn1 . San Jerónimo se hace eco del testimonio de Tertuliano comentando que “Juan, arrojado por Nerón (PL “en Roma”) dentro de una caldera de aceite hirviente, salió más fresco y lozano de lo que entró”[[2]]url:#_ftn2 . Aunque la versión de los “Milagros de Juan” parece suponer que el acontecimiento tuvo lugar en Éfeso, el capítulo 11 de los Hechos de Juan de Prócoro (de los hablamos en la postal anterior) localiza los hechos en Roma, junto a la Puerta Latina, por donde sale de la ciudad la Vía Latina, al este de la puerta de San Sebastián y de la Vía Apia antigua.

La tradición del “martirio” de Juan en la caldera de aceite queda bien plasmada en la sección latina de los Hechos de Juan, escritos por su discípulo Prócoro (8-12). La descripción del suceso recuerda cómo salió de la caldera ileso y libre de daño, de la misma manera que durante su vida había quedado libre de la corrupción de la carne. No era la única ocasión en la que la integridad de Juan venía relacionada con su virginidad. Por lo demás, la prueba de la caldera de aceite es el núcleo del capítulo primero de los “Milagros de Juan”, donde se recuerda la muerte de Santiago bajo la autoridad de Herodes Agripa I. Juan, su hermano, sufrió y superó la prueba del aceite hirviente. Su éxito en aquella prueba es la ocasión de su destierro en la isla de Patmos. El procónsul se vio en un dilema. Juan era rebelde a las órdenes del emperador, por lo que merecía el correspondiente castigo. Pero su categoría de hombre de Dios, garantizada por el milagro de la caldera, le impedía tomar una decisión que iría contra el poder divino. Adoptó en consecuencia una solución de compromiso…, es decir, el destierro.

Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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[[1]]url:#_ftnref1 TERTULIANO, De praescriptione, XXXVI 3. Habla Tertuliano de las ventajas de las iglesias apostólicas. Roma las tenía repetidas.

[[2]]url:#_ftnref2 JERÓNIMO, Contra Jov., I 26. La versión de la PL trae la lección “en Roma” en lugar de “por Nerón”.

Miércoles, 30 de Agosto 2017

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“Destierro en Patmos. La banda de ladrones. Perlas rotas y reconstruidas. Las varas convertidas en oro”. “La figura del apóstol Juan en los Hechos apócrifos” (III) (XVI) (902)

https://www.tendencias21.es/crist/Destierro-en-Patmos-La-banda-de-ladrones-Perlas-rotas-y-reconstruidas-Las-varas-convertidas-en-oro-La-figura-del_a2373.html

Escribe Antonio Piñero

Como habrán observado, es curiosa la expansión que “sufrió la figura del apóstol Juan, y merece que la consideremos. La tradición expansiva se basa en el mismo fenómeno que se aprecia en el capítulo 21 del Evangelio canónico de Juan donde comienza ya la leyenda:

“Pedro se vuelve y ve siguiéndoles detrás, al discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»: 21 Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?». 22 Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme». :23 Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: « No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga». 24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero”.

Y de un personaje, cuya pista apenas descubrimos en los Hechos de Apóstoles en los primeros capítulos… y a quien Herodes Agripa I estuvo a punto de matar…, se hace otro que vivió más de 100 años, que recogió a la Virgen María a la muerte en cruz de su hijo… y que escribió cosas tan dispares como el Cuarto Evangelio y la Revelación o Apocalipsis.

Veamos ahora otras expansiones, de base antigua (hacia el siglo III), pero que toman forma hacia el siglo V o VI d. C. y que han llegado hasta nuestros días:

La noticia del destierro de Juan en la isla de Patmos es recogida por el Apócrifo que comentamos, “Los milagros de Juan = Virtutes Johannis.  El procónsul de Éfeso, coaccionado por dos temores, el temor al emperador y el que le causaba la personalidad de Juan y sus poderes sobre las fuerzas de la naturaleza le ofrece una amplia libertad de movimiento. En Patmos Juan “vio y escribió el Apocalipsis que se lee bajo su nombre”. Es no sólo la noticia más importante, sino la única. De su predicación, de los hechos y milagros realizados por Juan en Patmos y descritos detalladamente en los Hechos de Juan de Prócoro (15-48), el texto de las “Milagros de Juan” no menciona absolutamente nada, como si lo único que hizo el Apóstol durante su destierro fuera la composición de su Apocalipsis.

El texto de las “Milagros de Juan” refiere cómo a la muerte de Domiciano el senado romano hizo regresar a los desterrados a sus países de origen. Juan regresó a Éfeso, donde desarrolló una intensa actividad, amplia en enseñanzas y en prodigios. Bastaba el tacto de sus vestidos para que los enfermos sanasen, vieran los ciegos, quedaran limpios los leprosos, libres los endemoniados. Eusebio de Cesarea informa en su Historia Eclesiástica que el emperador Domiciano manifestó gran crueldad dando muerte a hombres honorables de Roma y enviando a muchos al destierro, entre los que se encontraba Juan, apóstol y evangelista. El mismo Eusebio cuenta cómo, muerto Domiciano y llegado Nerva al poder (96 d. C.), pudo regresar Juan del destierro y  estableció su residencia en Éfeso.

Historia del joven recomendado por Juan

Los “Milagros” recogen ejemplos de la actividad de Juan hallados en fuentes muy dispares y presentadas con una conmovedora riqueza de detalles. El capítulo III de los “Milagros de Juan” es una copia prácticamente literal de la historia narrada por Clemente de Alejandría en su Quis dives salvetur  (“Qué rico se va a salvar” y reproducida por Eusebio de Cesarea, calificada así por los autores que la transmiten. “Toma una historia, dice Clemente, luego no una leyenda, sino una historia real”.

Éstos son los detalles comunes a Clemente, Eusebio y las “Milagros de Juan”, que forman parte de los “Recuerdos” sobre Juan. Vuelto el Apóstol de Patmos a Éfeso, visitaba las poblaciones vecinas, en las que nombraba sacerdotes y obispos “señalados por el Espíritu Santo”. En una “ciudad no lejana” encontró a un joven que encomendó con insistencia a los cuidados del obispo, que lo recibió en su casa, lo mantuvo, lo educó, lo cuidó y finalmente lo bautizó. El joven, frecuentó malas compañías y acabó organizando una banda de ladrones de la que fue nombrado jefe.

Llamado Juan para resolver un problema surgido en la comunidad, preguntó al obispo por su recomendado. Cuando se enteró de lo sucedido, rasgó sus vestiduras y solicitó un caballo para salir en busca del joven. Los centinelas de la banda lo detuvieron. Pero Juan les dijo: “Llevadme a vuestro jefe, pues para eso he venido”.

El joven, avergonzado, pretendió huir, pero el anciano apóstol lo persiguió y lo hizo entrar en razón dándole seguridades de perdón y de salvación. El joven arrojó las armas y abrazó llorando al Apóstol. Los tres textos explican cómo las lágrimas le sirvieron de segundo bautismo. El suceso en sí tiene una práctica independencia y autonomía, sin otra conexión con el texto de las “Milagros de Juan” que la mención de Éfeso como lugar de la residencia del Apóstol.

Las perlas rotas y reconstruidas

Sigue el episodio de unas perlas que sufre  un “accidente”, sin una clara conexión con la narración central de los “Milagros”. Ni los datos cronológicos, ni los geográficos ofrecen datos suficientes para situar el suceso en un momento de la vida de Juan y en un lugar de su ministerio. A falta de datos en la leyenda se colige que Juan estaba en Éfeso, porque fue allí donde tuvo lugar la historia de Drusiana, la joven que suscitaba apasionados amores, que ya hemos contado en postales anteriores. Y allí tuvo lugar el episodio de las perlas.

Un filósofo, un tal Cratón,  quiso organizar un espectáculo en el que se ejemplificara el desprecio de este mundo que debe tener todo amante de la filosofía. Hizo que dos jóvenes ricos compraran y rompieran ante la gente unas piedras preciosas. Pasó el apóstol Juan por el lugar e informado de los hechos, interpeló a Cratón sobre la necedad e inutilidad del gesto. Sugería luego que hubiera sido mejor venderlas para ayudar a los necesitados. El filósofo replicó retando a Juan para que reconstruyera las piedras volviéndolas a su estado original. Juan realizó el milagro, subrayado con un solemne “amén” de los fieles presentes.

El hecho milagroso, que más bien parecía una frívola exhibición, consiguió el efecto salvífico. Cratón en unión con todos sus discípulos “creyó y fue bautizado”. Más aún, “empezó a predicar públicamente la fe de nuestro Señor Jesucristo”. Los dos jóvenes vendieron sus joyas y repartieron su precio entre los pobres. La consecuencia fue que numerosos creyentes se adhirieron a la causa de Juan.

Las varas y la arena

El capítulo VI de los “Milagros” expresa claramente su conexión con los sucesos narrados anteriormente. El texto habla del regreso de Juan a Éfeso y presenta a dos honorables ciudadanos que pretenden poner en práctica la doctrina sobre las riquezas y su reparto entre los pobres. En efecto, vendieron sus posesiones y todo lo repartieron entre los necesitados. Cambiados de opulentos en mendigos, pronto se arrepintieron de su gesto. Juan descubrió la trampa del Diablo y se dirigió a aquellos hombres. Les dijo que si querían recuperar sus riquezas, que prepararan unas varas rectas en sendos manojos. Juan invocó el nombre del Señor, y las varas se convirtieron en oro. Les pidió que llevaran piedrecillas de la orilla del mar, que acabaron convertidas en piedras preciosas.

La parábola del rico epulón y del pobre Lázaro (capítulo 16 del Evangelio de Lucas) sirvió de prueba del valor de la palabra de Juan. Jesús confirmó, además, sus palabras resucitando a un muerto, el hijo de la viuda de Naím (capítulo 7 del Evangelio de Lucas). Juan confirmaba las suyas liberando a los enfermos de sus males y a las gentes, de sus pesadumbres. Luego el Apóstol amplía sus reflexiones recordando la inutilidad de las riquezas que no podrán acompañar al hombre a la otra vida.

Concluiremos el próximo día la ampliación de las leyendas sobre el apóstol Juan, tan importante en la tradición.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Viernes, 1 de Septiembre 2017

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“Muerte de Herodes Agripa I. Destrucción del templo de Diana”. “La figura del apóstol Juan en los Hechos apócrifos” (y IV) (XVII) (903)

https://www.tendencias21.es/crist/Muerte-de-Herodes-Agripa-I-Destruccion-del-templo-de-Diana-La-figura-del-apostol-Juan-en-los-Hechos-apocrifos-y-IV-XVII_a2374.html

Escribe Antonio Piñero

Concluimos hoy con la expansión, increíble para los ojos modernos, de la figura del apóstol Juan. Y podemos decir sin exagerar que casi todo en el cristianismo ha sufrido una expansión semejante a partir, sin duda, de unos leves elementos históricos, pero escasos. El lema de “En el cristianismo primitivo casi nada es como parece” una vez que se aplica el bisturí de la crítica.

El texto de los “Milagros de Juan” (recordemos que es del siglo V o VI d. C.) sigue narrando sucesos que se desarrollan en Éfeso, la capital de Asia Menor. El hecho de que “toda la ciudad de Éfeso y toda la provincia de Asia escucharan a Juan” provocó la natural alarma entre los adoradores de Diana (la Ártemis griega). Era, además, el templo de la diosa centro de peregrinaciones y fuente de ingresos, que la predicación de Juan ponía en peligro. Los Hechos canónicos de Lucas cuentan del motín organizado por los orfebres contra Pablo precisamente por el mismo motivo (Hch 19,21-28). Los “Milagros de Juan” refieren igualmente los problemas que tuvo Juan con el templo de Ártemis, que acabó por los suelos. También aquí Juan lanzó un reto a los devotos de la diosa. El templo se vino abajo con todos sus ídolos por la oración de Juan, con lo que se convirtieron y fueron bautizados doce mil gentiles, sin contar mujeres ni niños.

Aristodemo, el pontífice del culto a los ídolos centrado en el templo destruido, excitó una sedición en el pueblo. Juan mantuvo un largo debate con él utilizando como argumento su inmunidad ante los más severos venenos. Mientras el pueblo gritaba: “Uno solo es el Dos verdadero, el que predica Juan”, Aristodemo, incrédulo todavía, pidió al Apóstol que resucitara a dos hombres muertos por el veneno. Juan aceptó el reto, y cuando Aristodemo los vio volver a la vida, se postró ante Juan y corrió a contar al procónsul lo sucedido. El resultado fue la conversión del procónsul y de Aristodemo, quienes tras una semana de ayuno recibieron el bautismo. Destruyeron todos los ídolos y construyeron con el nombre de Juan una basílica cristiano. Termina así este apartado con el anuncio de la Metástasis, narrada en el capítulo posterior IX a base de los datos tomados de los Hch apócrifos de Juan primitivos (del siglo II d. C.)

La muerte de Herodes Agripa I

Sin una clara conexión con el conjunto de la narración de los “Milagros de Juan”, la obra termina con un capítulo dedicado a contar la muerte de Herodes Agripa I, el que detuvo y decapitó a Santiago, hermano de Juan, suceso que cuentan los Hchos canónicos en el capítulo 12. Con estos simples datos había aparecido mencionado Herodes en el capítulo I de los “Milagros de Juan”. Pero el acontecimiento de su muerte en una obra como la que narra los prodigios de Juan está introducido de una manera un tanto forzada. El autor parece consciente del detalle cuando intenta justificar la inclusión de la muerte de Agripa I en su relato. “Vale la pena que contemos qué digna muerte sufrió Herodes por tantos crímenes que cometió con los apóstoles”, se dice en el comienzo del capítulo. Luego, un descuidado “dijo” sin contexto alguno delata a los ojos de la crítica el hecho de que el autor está copiando textos ajenos. En primer lugar toma las referencias circunstanciales de los Hechos canónicos: Herodes baja a Cesarea; vestido con vestiduras regias, se sienta en el tribunal para dirigir la palabra al pueblo. Cuando el pueblo empezó a gritar que “aquello era la voz de Dios y no la de un hombre, enseguida lo hirió el ángel de Dios” (Hch 12,21-23).

El relato bíblico parece suponer que la enfermedad de Agripa fuera efecto de un ataque repentino y terrible de una enfermedad de momento desconocida motivado porque no dio a Dios la gloria debida. Pero sabemos por Flavio Josefo que ya arrastraba el rey una larga enfermedad. El texto de los “Milagros de Juan” va siguiendo el relato de Josefo en la Guerra Judía. Pero es obligado aclarar que este pasaje de los “Milagros de Juan” confunde a Herodes Agripa I (10 a. C. – 44 d. C.; Herodes Agripa I reinó en Judea del 41 al 44 d. C. con el título de rey, que le fue concedido por su amigo el emperador Calígula) con su abuelo Herodes el Grande (73 a. C.-4 a.C.) famoso por la narración  fantasiosa de la matanza delos inocentes. Herodes Agripa I es el que hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan, mientras que todos los datos que ofrece nuestro texto sobre la muerte (exitus: “salida” en latín ) de Herodes, son los que ofrece Flavio Josefo cuando narra la muerte de Herodes el Grande. Así lo entiende correctamente Eusebio en el comentario que hace del relato de Josefo y que recoge textualmente en su Historia de la Iglesia I 8, 9-16.

El texto de los “Milagros de Juan” (del Pseudo Abdías, como dijimos) es una reproducción, prácticamente literal, de la narración de Josefo (Guerra Judía I 656-660 con datos de 662 y 664-665). La coincidencia se extiende a los mínimos detalles. Habla de la enfermedad, la fiebre, el prurito intolerable, el cólico doloroso, la hinchazón de los pies como en el caso de un hidrópico, la podredumbre de los genitales convertidos en fuente de gusanos, los suspiros y las convulsiones. El colmo de tantos males hizo pensar a Josefo que “personas inspiradas por Dios”, vates o “profetas” según los “Milagros de Juan”, interpretaban los hechos más que como una enfermedad corporal como “suplicio de una venganza divina”. A pesar de todo, Herodes seguía buscando remedios. Recurrió a las aguas termales de la fuente de Calirroe, al otro lado del Jordán frente a Jericó. Los médicos pensaron que un baño en aceite caliente lo aliviaría, pero en el intento sufrió un desmayo, del que lo despertaron los gritos y lamentos de los criados que pensaron que ya había muerto.

Cuando perdió toda esperanza de salvación, repartió Herodes el Grande (Herodes Agripa I en los “Milagros de Juan”) entre los soldados, jefes y amistades, generosas cantidades de dinero. Y como desafiando a la muerte (minitans morti), ideó un crimen execrable. Encerró en el hipódromo a los varones nobles principales de Judea. Llamó a su hermana Salomé y a su cuñado Alejandro y les dio la orden de matar a los prisioneros del hipódromo tan pronto como él exhalara el último aliento. Pues consciente de que los judíos se alegrarían, quiso tener la seguridad de que toda Judea “lloraría su muerte”. Preso de un ardiente deseo de comer y de  un acceso de tos, pidió una manzana y un cuchillo para partirla, como acostumbraba. Intentó “acelerar el destino” clavándose el cuchillo. Pero un pariente, dice Flavio Josefo, se lo impidió.

El autor de los “Milagros de Juan” refiere cómo todavía antes de morir mandó matar a su hijo Antípatro a quien tenía preso (todos estos suceso aparecen novelado en mi obra “La Puerta de Damasco /Herodes el Grande). Así, no sin grandes dolores y sin expiar su parricidio, “comido de gusanos expiró”. Con estas palabras de Hch 12,23 termina el relato de Abdías, a las que añade un comentario personal: “Viviendo una vida indigna, murió con una muerte digna”, es decir, bien merecida.

Y con esto acabamos esta miniserie, dentro de otra, sobre las expansiones a los escasos datos de la tradición primitiva sobre el apóstol Juan.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Enlace de un  programa de radio que contiene una entrevista que me hicieron sobre “El antiguo Egipto y el cristianismo”

https://www.ivoox.com/programa-10-universo-sem-creencias-religion-audios-mp3_rf_20628169_1.html

Domingo, 3 de Septiembre 2017

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El resto de los apóstoles. ¿Sabemos algo cierto de ellos? Los discípulos de Jesús (XVII) (903)

https://www.tendencias21.es/crist/El-resto-de-los-apostoles-Sabemos-algo-cierto-de-ellos-Los-discipulos-de-Jesus-XVII-903_a2375.html

Escribe Antonio Piñero

Del resto de los escogidos por Jesús sabemos muy poco. De algunos de ellos solo los nombres, pues la tradición primera no tuvo interés en ellos. Así ¿quién fue       Bartolomé: ¿es el Natanael de Jn 1,45-49? Mateo: ¿es el publicano de Mt 10,30 el Leví, hijo de Alfeo, de Mc 2,14? Alfeo: ¿es este Jacobo un hermano del Leví de Mc 2,14? ¿Es igual a Jacobo el menor, hijo de Cleofás y María de Mc 15,40? Dudas casi imposibles de resolver. Tadeo… ¿quién es este personaje? Una mera nominación en Mt 10,3…. De la mayoría de los Doce no conocemos más que el nombre.

De algún otro hay una brizna de noticias. Así, Simón el cananeo. Esta designacio de Mc 3,18 vocablo es quizá traducible, por el paralelo de Lc 6,15, como «celota» o «celador de la Ley» (arameo: qa’ān). Los celotas como partido en estricto sentido se constituirán hacia el 60 e.c. Pero como movimiento, los «celadores de la Ley», dispuestos a todo para que se cumpliera la Ley, existían desde el 6 e.c., tras el levantamiento contra Roma dirigido por el fariseo Sadoc y Judas el galileo en contra del censo que había ordenado Quirino, o Quirinio, cuando Judea pasó a ser provincia romana tras la destitución de Arquelao, hijo de Herodes el Grande, por crueldad e ineptitud. Este fue el censo que Lucas confundió –o fechó equivocadamente en el momento del nacimiento de Jesús, en tiempos del padre de Arquelao, Herodes el Grande. Lo cual no parece posible.

Para Judas “Iscariote” hay posibles etimologías. Este último vocablo se entiende de diversos modos: ’îš Qérîyyôt = «hombre de Qeriot» (localidad desconocida); ’išqarya’ = «hombre mentiroso»; ’îš- sicarios, mezcla de hebreo y latín = «hombre-sicario». La fórmula que emplea el texto de Marcos para indicar que fue el traidor es curiosa: “Judas Iscariote el mismo que lo entregó”. En esta frase el pronombre “el mismo” traduce al español el griego hos kai, que en latín se dice qui et. Se trata de una fórmula fija para afirmar la identidad continua de una persona aunque cambie de nombre, por ejemplo, al pasar de libre a esclavo. Así, Saúlos hos kai Paúlos en Hch 13,9 (Pablo pasa de libre –Saulo– a esclavo del Mesías, Pablo, el Pequeño (1 Cor 15,9); pero Pablo es la misma persona que Saulo: Rm 1,1; véase 1 Tes 1,1).

De Judas dice Marcos que entregó (griego  parédoken) en 3, 19; pero Lucas emplea el sustantivo prodótes, traidor, mucho más fuerte en la lengua de los helenos al cambiar la preposición pará, “junto a” por pro que tiene la idea de cambiar una cosa o persona por otra

En Mateo y Lucas a la elección de los apóstoles va unido un importante discurso de Jesús: el «Sermón de la Montaña» de Mt 5-7 o el del «Llano», de Lc 6,20-49, procedente de la Fuente Q. Pero Marcos 3 no lo recoge. Probablemente el discurso no existió como tal, sino que fue fabricado por la tradición reuniendo dichos sueltos, o en pequeños grupos, de Jesús. Mateo y Lucas lo conformaron a su manera.

Y esto es prácticamente todo lo que sabemos de los Doce por la tradición primaria que es el Nuevo Testamento. El próximo día escribiremos sobre el importante tema siguiente: ¿Fue la institución de los Doce considerada por Jesús como un “colegio apóstólico”? La idea de tal “colegio” o grupo ¿fue un “invento” de la tradición posterior a la muerte de Jesús? O ¿existió como tal en la Iglesia primitiva?

El tema es importante porque en la historia de la investigación se ha discutido mucho desde finales del siglo XIX si realmente existieron los Doce como grupo tras la muerte de Jesús, o se disolvió pronto, pero la tradición continuó con su “historia” (inventada, o no)  para dar continuidad a la doctrina de Jesús por medio de ese “colegio” que se dedicó a expandir la doctrina de Jesús “por el mundo entero”, tal como afirma Mt 28,19-20.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Martes, 5 de Septiembre 2017

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¿Es el “Colegio Apostólico” un invento de la Iglesia antigua? Los discípulos de Jesús (y XVIII) (905)

https://www.tendencias21.es/crist/Es-el-Colegio-Apostolico-un-invento-de-la-Iglesia-antigua-Los-discipulos-de-Jesus-y-XVIII-905_a2376.html

Los discípulos de Jesús (XVIII) (905)

Escribe Antonio Piñero

Decíamos en una postal anterior que la investigación, desde finales del siglo XIX, se ha planteado críticamente si el grupo simbólico de los Doce fue entendido como un “Colegio Apostólico” –que debía presidir necesariamente la Iglesia y servir de correa transmisora de la doctrina de Jesús– o más bien fue realmente un invento de la iglesia antigua sin verdadera base histórica.

A) La posición tradicional es la que se deduce de la lectura rápida de los Evangelios: Jesús escogió expresamente a unos discípulos especiales; eran Doce; los seleccionó como continuadores suyos, como evangelizadores de Israel y luego del mundo entero; Pedro tuvo la primacía y sobre él fundó Jesús la Iglesia (Mt 16,16). Como grupo compacto y discernible los Doce continuaron el legado de Jesús; Pedro instituyó la iglesia petrina, unida y unificante, que atrajo hacia sí a los exagerados, judeocristianos duros, gnósticos incipientes, paulinos exagerados e incluso moderados (los recalcitrantes que fueron heréticos, como Marción quedaron fuera).

B) Las razones a favor de la existencia de los Doce como grupo compacto y con poder tiene a su favor las razones siguientes:

1. La antigüedad de los Doce está atestiguada por Pablo (1 Cor 15,3-5, a su vez menciona explícitamente una tradición (“Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; 4 que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; 5 que se apareció a Cefas y luego a los Doce”.

2.  Santiago, hermano del Señor, a pesar de tener tanta importancia en la Iglesia primitiva (Hch 15) no pertenece a los Doce y que no creía en Jesús (Jn 7,5: ni siquiera sus hermanos creían en él); Si los Doce hubiesen sido un invento, habrían integrado dentro de él a Santiago, dada su posición dominante.

3. Judas Iscariote, el traidor, está en la lista de los Doce, y es ilógico que si el grupo se forma después de la muerte de Jesús se incluya en él un traidor.

4. En Hch 1,13, tras la muerte y resurrección de Jesús, no se nombra a Judas Iscariote; solo se habla de Once; luego el grupo de los Doce estaba perfectamente constituido.

5. Por el relato de los Hechos, da la impresión de que, inmediatamente tras esa muerte parece que el grupo estaba ya constituido y operante (por ejemplo, en Pentecostés).

C) Las razones en contra (¡Ojo! No de que existiera un grupo de Doce, que seguía a Jesús, y con un significado discutible de lo que no hay duda) sino de que formara un “Colegio apostólico” y de que la misión que les otorga la tradición sinóptica sea segura.

Desde finales del siglo XIX es conocida la posición de dos eruditos alemanes Julius Wellhausen y Johannes Weiss (que ha influido muchísimo en la investigación y desde entonces muchos críticos los han seguido): el colegio apostólico es una invención de la iglesia primitiva. Las razones a favor de esta posición negativa son:

1. Las listas de los apóstoles (Mc 3,13-19; Mt 10,1-4; Lc 6,12-16; Jn 1,42; Hch 1,13)) y su llamada son lábiles, no fijas, tienen demasiadas variaciones;

2. La intención de Jesús al escoger a Doce fue en todo caso la de tener una representación simbólica de las 12 tribus de Israel restaurado por medio de la selección de 12 compañeros. Los Doce son un mero producto de “teología de la restauración de Israel”, a saber: la tradición judía supone que al final de los tiempos Dios congregará en la tierra prometida a todas las tribus israelitas, incluidas las perdidas después de la conquista de Samaria –Reino del norte– por las tropas de Salmanasar en el 721 a.C., y hará que sean felices tras su retorno. Se establece el reino de Dios sobre la tierra. En ese momento del final, Israel reinará sobre todos los pueblos. A los gentiles no les quedará más opción que convertirse a Yahvé o ser aniquilados; en todo caso, podrán mantenerse apartados, a distancia de los elegidos, mostrando hacia Israel deferencia y máximo respeto.

3. Los Doce no tienen representación ni función alguna en la iglesia primitiva a tenor del Nuevo Testamento y del resto de la tradición del siglo II. Por tanto la constitución por Jesús de un Colegio Apostólico es una invención de la Iglesia primitiva para sus propios intereses, por ejemplo, que la jerarquía naciente tuviera una continuidad con los dictados y disposiciones del Jesús histórico.

4. No está en absoluto claro que función pudo tener el grupo de Doce discípulos durante el ministerio de Jesús. Así, es claro que Mc 3,14 dice que Jesús los mandó a “proclamar”,  no estrictamente a “predicar” de un modo continuo y consistente. Y “proclamar” podría ser no una misión evangelizadora como se pudieron imaginar a los cristianos después de la muerte de Jesús, es decir, es decir, el conjunto de la doctrina de Jesús, sino sencillamente una sola cosa, lo que dice Jesús mismo en Mc 1,15: “«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva»”.

5. Además, el resultado de esa misión en Galilea –que a parecer fue sistemática– no aparece luego en absoluto en el Marcos: incidentes, resultados, etc.; luego es dudoso que existiera esa misión.

6. En  Mc 6,12-13 (“Y tras marcharse, predicaban que se convirtieran. 13 Expulsaban a muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”) y  Mc 6,30-31 (“Los apóstoles se congregaron ante Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. 31 Y él les dijo: –Venid vosotros solos aparte a un lugar desierto y descansad un poco. Pues eran muchos los que iban y venían y no tenían tiempo ni de comer) son textos puramente redaccionales, salidos de la pluma del evangelista, y tienen poco o nulo valor histórico probatorio como una misión organizada de evangelización de Galilea, salvo el esporádico proclamar que el arrepentimiento.

7.  Pablo que sabe de los Doce (como dijimos respecto a 1 Cor 15,3-5), no nombra nada de su actividad, tanto que cuando va a Jerusalén (Gal 1,19; 2,9) no trata nada más que con Santiago, Pedro; y con Juan en segundo término (Hch 15). A los Doce ni los considera.

D) En conclusión:

Las razones en pro y en contra son serias. Mi opinión personal: a mí me pesan más las razones en pro de que

1. Jesús congregara un grupo de Doce;

2. Pero no sabemos nada, apenas, más que sus nombres;

3. No parece que la predicación sistemática en Galilea sea totalmente real.

4. Es probable que los Doce representaran solo a las doce tribus de Israel. Por tanto el grupo era meramente simbólico; no un colegio apostólico con funciones determinadas y poder de control de la comunidad.

5. Desde luego Pedro no funda la iglesia tal, ni como la entendemos hoy. Sí hay un grupo que sostiene la primacía de Pedro, pro está más bien aislado (el que esta detrás del Evangelio de Mateo, que recibe apoyo tardío de Jn 21,15-18).

6. Como complemento: es posible que las multitudes seguían a Jesús no fueran tan grandes como las pintan los Evangelistas (por ejemplo, Lucas: 4,14.22; 5,15; 6,17-19; 8,4; 9,1, por ejemplo) le siguieran como  tal (seguir a Jesús de una manera continua y consistente pienso que solo los doce, alguno que otros discípulo de segunda categoría y unas pocas mujeres). Las multitudes se congregaron de vez en cuando a su lado y un número mayor de Doce seguidores solo ocurrió esporádicamente.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Jueves, 7 de Septiembre 2017

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