ángeles y
demonios en la literatura apócrifa del Antiguo Testamento (I, II, III, IV)
Ángeles y demonios. El origen del mal. Pesimismo y dualismo
en la religión judía de la nacerá el
cristianismo (I)
https://www.religiondigital.org/el_blog_de_antonio_pinero/Angeles-demonios-Pesimismo-dualismo-cristianismo_7_2713898597.html
08.10.2024
Escribe Antonio Piñero
Sigo de nuevo con mi intento de “mostrar” (no “demostrar”)
que hay muchos temas del cristianismo primitivo que son una continuación de la
“Literatura judía de la época del Segundo Templo” (desde la vuelta de
personajes principales del exilio de Babilonia a finales del siglo VI a. C.: en
torno al 530) hasta la destrucción de templo de Herodes en 70 d. C.
La afirmación es importante porque lo que estoy afirmando
es que diferentes ideas del cristianismo no se basan solo en la Biblia hebrea
(o Antiguo Testamento), sino también en la literatura judía que no logró entrar
plenamente en el canon de libros sagrados del Antiguo Testamento, como 1 2
Macabeos, Judit, Eclesiástico / Ben Sira, o Libro de la Sabiduría, más los
Apócrifos del Antiguo Testamento, que son muchas obras y que de ningún modo
deben confundirse con los apócrifos del Nuevo Testamento.
En una serie anterior hemos tratado de la idea de Dios en
este tipo de literatura judía, a veces tan desconocida pero tan influyente, y
ahora vamos a tratar de las nociones en torno a ángeles y demonios, el origen
del mal, el pensamiento dualista básico del trasfondo (este mundo / el futuro;
materia / espíritu; bien /mal; arriba / abajo; luz /tinieblas, etc.
En la época de Jesús, en el mundo judío, Los saduceos no
creían en los ángeles; los fariseos los admitían, pero con cautela. Los libros
bíblicos tardíos –literatura judía del Segundo Templo que acabamos de mencionar
y que repito– como los libros de las Crónicas, Judit, Ben Sira / Eclesiástico,
Sabiduría y Macabeos– no mencionan los ángeles o lo hacen con parsimonia. Sin
embargo, la literatura apócrifa perteneciente a esta época pero que se acerca
más al tiempo de Jesús o incluso lo sobrepasa un poco, otorga extraordinaria
importancia a ángeles y demonios. Es ésta, sin duda, una de las más típicas
manifestaciones del dualismo en tal literatura, de lo que hablaremos hoy.
ÁNGELES
Es verdad que la multiplicación de espíritus buenos y malos
y el acrecentamiento de la creencia en su poderosa influencia en los hombres,
buena o mala, se atribuye corrientemente en la investigación de la Biblia
hebrea al influjo persa a través de Babilonia (consideren que, a pesar de que
las lenguas son distintas –la semita y la persa– ya en tiempo de Alejandro
Magno Babilonia había sido ganada por las doctrinas religiosas persas, al fin y
al cabo las de un país cercanísimo, pegado geográficamente: Irak = Mesopotamia
e Irán = Persia).
Además, la religión persa estaba bien considerada por lo
que influyó en la religión judía. Esto es cierto en cuanto a la intensidad y
variedad del pensamiento judío sobre ángeles y demonios y la consideración de
su gran número y sus clases diversas, aunque el origen de las creencias en
ángeles sea anterior en el tiempo y no podamos determinar cómo surgió. Debe de
ser una creencia espontánea de una concepción “animista” del mundo que en breve
síntesis afirma que toda entidad superior, benigna o maligna, es un alma /
espíritu superior al humano.
Sea como fuere (no podemos saberlo por falta de textos
precisos), los numerosos ángeles y demonios del judaísmo de la época
helenística (desde el 320 a. C. en adelante) vienen a llenar el amplio espacio
dejado vacío entre el ser humano por la idea del “alejamiento de Dios”, un Dios
que se piensa como una entidad cada vez más trascendente; y los ángeles, en
concreto, los ángeles buenos, empiezan a hacer la función de unir la esfera
celeste de ese Súper Dios súper alejado o súper trascendente, con el mundo terrestre.
Pero también es verdad –como acabo de insinuar– que el
origen de la creencia en estos espíritus se remonta más arriba, al Israel muy
antiguo, el que recoge leyendas anteriores a su propia entidad precisa como
grupo cananeo específico entre otros cananeos. Tales leyendas sobre los
espíritus buenos y malos son de origen sumerio, y fueron trasmitidas por
acadios y babilonios, pueblos e imperios que suceden a Sumer en el mando sobre
Mesopotamia. Una de esas leyendas es la que atañe a la serpiente del paraíso de
Génesis 3, que constata la existencia entre el pueblo de una representación de
la potencia enemiga de Yahvé ’Elohim, pero que al principio no se confunde con
Satanás. Atención, porque esta distinción es importante
Así pues, antes de la fusión del dios madianita Yahvé con
’El, la divinidad suprema cananea, aparecen en el Génesis, en el capítulo 6,
unos espíritus en la figura de “hijos de Dios”, los bené ’Elohim ( = hijos de
dios ’El). Es este un texto confuso y embarullado por las múltiples tradiciones
antiquísimas que en él se juntan, a saber “hijos de ’El”, “hombres normales” y
“gigantes”, que nacen de la unión de mujeres terrenas con los hijos de ’El.
Es importante que el caos producido por esa mezcla de seres
disgusta a la divinidad (’El / Yahvé) que se arrepiente de haber creado a los
humanos y decide aniquilarlos… menos a Noé, que es el único justo. Desde ese
momento en el relato bíblico tardío aparecen ya los primeros espíritus que son
enemigos de la divinidad Yahvé, a la vez que esta va acaparando los atributos
de ’El, y digo los primeros enemigos porque no queda claro aún que la serpiente
malvada del Paraíso sea Satán. Esa fusión se hace muy posteriormente al origen
de tal leyenda.
Aunque los israelitas antiguos fuesen cananeos –como
aseguran los arqueólogos judíos Finkelstein y Silberman–, los “hapiru” o
hebreos se distinguieron pronto religiosamente de los demás cananeos; y en su
religión, más avanzada, que en último término desembocará en el monoteísmo. Con
el tiempo en la religión cananea de Israel los ángeles toman el relevo de los
dioses secundarios del panteón cananeo, que rodean a ’El; es decir, la teología
hebrea rebaja de categoría a esos dioses secundarios –de dioses a ángeles– para
defender primero que hay un dios muy superior a los demás (henoteísmo) y
finalmente que solo hay un Dios (monoteísmo).
Antes del destierro
de Babilonia (comienzos del siglo VI a. C.: 589) no se reflexiona sobre la
condición moral de los ángeles. Son buenos, si hacen bien a los humanos; son
malos, si les causan mal. Aparecen sin más justificación en la tierra para
llevar a cabo alguna misión concreta encomendada por la divinidad ya para bien,
o para mal o castigo. En torno a la época del destierro y un poco después es
cuando se estima que comienza a diferenciarse entre los ángeles buenos y los
ángeles malos o demonios, según su naturaleza.
Es preciso subrayar que la presencia de los ángeles no
significa en modo alguno que Dios ya no pueda comunicarse directamente con los
hombres o éstos con Dios tanto en la Biblia hebrea como en los Apócrifos. En
estos libros tardíos, ya cerca de la era cristiana se dice que Dios hablando
con los que han heredado el espíritu de los grandes héroes directamente con
figuras del pasado. En el libro de Daniel (hacia el 165 a. C.) Dios no asigna a
su pueblo ningún ángel custodio, pues es Dios mismo quien cuida a su pueblo,
mientras que a las demás naciones las gobierna mediante ángeles (Dn 10,13.20).
Por ello se puede
decir que, aunque la trascendentalización de Dios significó una mayor atención
de los israelitas a los seres intermedios entre la divinidad y el mundo, no
parece posible atribuir sin más el origen de la creencia en los ángeles al
sistema teológico que alejó a Dios de sus criaturas.
Seguiremos con los temas de la creación de los ángeles, de
la “materia” de la que están hechos, si son muchos o pocos, y si hay clases
entre ellos. Todo es doctrina curiosa paganocristianos nosotros en el siglo
XXI, pero cerca de la época de Jesús se creía en estas cosas.
Seguiremos pues
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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Sigo hoy con el tema ángeles y demonios en la literatura
apócrifa del Antiguo Testamento que desemboca en la teología del
judeocristianismo primitivo (II)
https://www.religiondigital.org/el_blog_de_antonio_pinero/Sigo-Antiguo-Testamento-judeocristianismo-II_7_2720197962.html
29.10.2024
Escribe Antonio Piñero
Creación de los ángeles.
Los ángeles son seres creados. Una advertencia: no hablo de
“El ángel de Yahvé” en singular, que es una figura especialísima en la Biblia
hebrea, que aparece ya en el Génesis y que se confunde prácticamente con Dios.
Es este un punto oscuro de la teología de la Biblia hebrea, que probablemente
provenga del panteón cananeo: ese ángel solitario podría ser un lugarteniente
de ’El (“Dios) que recibe sus funciones,
altísimas, pero que luego es degradado a categoría de ángel. No me refiero,
pues a esta figura, sino a los ángeles llamémosles “corrientes”. Es en tiempo
de los Apócrifos cuando los visionarios se preguntan de una manera explícita su
naturaleza.
Estos ángeles son llamados «hijos de Dios» (bené ’Elohim) o
«hijos del cielo» (1 Hen 6,2; 13,8), «los santos» (1 Henoc 1,9; 12,2; Jubileos
31,14), fueron creados –según el libro de los Jubileos 2,2– el primer día de la
semana de la creación; según Henoc eslavo (2 Henoc) fueron creados el segundo
día de la creación; o bien desde la eternidad, según el Apocalipsis siriaco de
Baruc 21,6: cuando el hombre fue creado, los ángeles ya existían. En esta
línea, Jubileos 10,22 explica el plural de Génesis 11,7: «Ea, bajemos y
confundamos sus lenguas», porque los interlocutores de Dios, único, eran los
ángeles.
La materia de que están hechos los ángeles es el fuego por
eso pueden guiar a las estrellas, como veremos. Los judíos no podían imaginar
los espíritus sin el revestimiento de un cuerpo, aunque etéreo; a veces los
representaban como vestidos de blanco o de luz (Testamentos de los XII
Patriarcas Leví 8,2); otras veces los mismos ángeles se aparecen a los hombres
en figura humana (Daniel 8,15); pocas veces como Testamentos de los XII
Patriarcas Leví 4,1, se habla de «espíritus invisibles».
Esta concepción de los espíritus corpóreos de algún modo
explica que el capítulo 6 del Génesis y
los Apócrifos, como 1 Henoc, no
encuentren dificultad alguna en que los ángeles se unieran a las hijas de los
hombres; por lo mismo se explica el temor de Lamec de que su hijo Noé no fuera
hijo suyo, sino de su mujer y un ángel 1 Henoc 106,2-13: “La carne de éste era
blanca como escarcha y roja como las
rosas; sus cabellos, blancos como lana, y sus ojos, hermosos. Cuando abrió los
ojos, iluminó toda la casa como el sol, y toda ella brilló mucho. 3 Y cuando
fue tomado de mano de la comadrona abrió la boca, y habló con el Señor justo. 4
Se asustó de él Lamec, su padre, huyó
y se llegó a su
padre Matusalén.
5 Le dijo: He tenido
un hijo extraño, que no es como los hombres, sino que se parece a los hijos de los ángeles del cielo, pues su
naturaleza es otra, no como la nuestra: sus ojos son como rayos de sol, y su
rostro, luminoso. 6 Me parece que no es mío, sino de los ángeles, y temo que
tenga lugar algún portento en sus días sobre la tierra. 7 Aquí estoy, padre,
para rogarte y pedirte que vayas a Henoc, nuestro padre , y oigas de él la
verdad, ya que él
habita con los
ángeles.
8 Cuando Matusalén oyó las palabras de su hijo, vino a mí,
a los confines de la tierra , pues oyó
que yo estaba
allí, y gritó. Oí
su voz, fui a él y le dije: Aquí
estoy, hijo mío, ¿por qué has venido a mí? Y me respondió así: 9 Por grave cuita
he venido a ti, y a causa de una visión atormentadora me
he acercado. 10 Padre
mío, óyeme ahora, pues
a Lamec, mi hijo, le ha nacido un niño que no es
semejante a él, ni su naturaleza como la
humana, pues su color es más blanco que escarcha
y más rojo que las rosas; su cabello, más blanco que la lana, y sus
ojos, como rayos de sol ; y, al abrirlos, iluminó toda la casa. 11 Cuando fue
tomado de la partera, abrió la boca y
bendijo al Señor
del cielo. 12 Su padre
Lamec se asustó y huyó a mí, pues no cree que sea de él, sino imagen de
los ángeles del cielo. Y he aquí que he venido a ti, para que me digas la
verdad. 13 Le respondí yo, Henoc, con estas palabras: El Señor producirá cosas
nuevas en la tierra: esto ya lo vi en una visión y te lo dije, pues en la
generación de mi padre, Yared, no observaron la palabra del Señor desde lo alto
del cielo.
Los ángeles son una multitud inmensa, como supone 1 Hen
39,12, al señalar que esa multitud los ángeles entona el trisagio, tal como
aparece en Isaías 6,3 («Santo, santo, santo es el Señor de los espíritus»).
Alrededor del “Anciano de días” = Dios, hay millares y millares de ángeles,
según Daniel 7,10; miríadas de miríadas sirven a Dios, como afirma 1 Henoc
4,22.
El libro de los Jubileos divide los ángeles en superiores e
inferiores: los superiores guardan el sábado, sirven en la corte celestial,
están ante la faz de Dios (Jubileos 1,27). Pero curiosamente, estos ángeles
guardan también a los hombres (Jubileos 4,15; 35,17). Los ángeles inferiores
rigen los fenómenos de la naturaleza, como veremos; de ellos no se dice que
guarden el sábado (Jubileos 2,2-18) pues la naturaleza se pararía y
derrumbaría.
Según 2 Henoc, eslavo, 3,4, en el primer cielo hay
doscientos ángeles que mandan en las estrellas; en ese mismo cielo están los
almacenes de nieve, hielo y escarcha, custodiados por los ángeles (2 Henoc
3,6). Quince miríadas de ángeles del cuarto cielo conducen el carro del sol de
día, y mil ángeles de noche; el carro del sol es precedido por ángeles de seis
alas, y le dan fuego cien espíritus celestes (2 Henoc 6,5). En el quinto cielo
había doscientas miríadas de ángeles vigilantes acaudillados por Satanael (2
Henoc 7,5) que se transformarán en ángeles rebeldes. En el sexto cielo habitan
siete formaciones de arcángeles que rigen toda la naturaleza, los frutos, las
plantas y el hombre; entre estos arcángeles hay siete que tienen forma de ave
fénix, siete querubines y siete hexaptérigos = seis alas. En el séptimo cielo
están los ángeles denominados Virtudes, Dominaciones, Potestades, Querubines,
Serafines, Tronos y diez escuadrones de ángeles de muchos ojos, a saber: los
’Ofannim (2 Henoc 9,1:en realidad “ruedas” con ojos: ophán y galgal en hebreo:
Galgalim: las ruedas del carro, merkabá, de Ezequiel 1). 1 Hen 61,10 enumera
siete clases de ángeles: Querubines, Serafines, ’Ofannim, Potestades, Tronos, y
Dominaciones. Según 1 Hen 71,7, los querubines, serafines y ’ofannim no duermen
y guardan el trono de Dios. Querubines y serafines se encargan de la guarda del
paraíso (1 Henoc 61,10; 2 Henoc 20,1; 21,ls).
Seguiremos porque estos textos de los Apócrifos de la
Biblia hebrea nos dicen a las claras lo que se pensaba en el Israel del siglo I
entre los piadosos, y que de una manera que no sabemos con exactitud llegaba
también hasta el pueblo sencillo
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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Ángeles que se denominan de la faz o de la presencia
(divina). Miniserie “Ángeles y demonios en los Apócrifos de la Biblia Hebrea
(III)
https://www.religiondigital.org/el_blog_de_antonio_pinero/Angeles-Miniserie-Apocrifos-Biblia-III_7_2722897687.html
07.11.2024
Escribe Antonio Piñero
Hay ángeles que se denominan “de la faz o de lapresencia”
(divina) y ven su rostro continuamente. Un ángel de la faz es quien escribe
para Moisés la historia pasada (Jubileos 1,27.29). Los Testamentos de los XII
Patriarcas los llaman “arcángeles” (Leví 3,5 y 18,5; su número es de siete.
Aquí se recoge la sentencia de Zacarías 4,10: «los siete ojos de Yahvé que
observan la tierra».
Estos siete ángeles –probablemente relacionados con las
siete divinidades astrales de los babilonios– son Uriel (“Luz de Dios”), Rafael
(“Dios cura”), Ragüel (“Dios desea”), Miguel “¿Quién como Dios?”), Saraqael
(que no sé lo que significa), Gabriel (“Dios es fuerte”) y Remeiel (que
significa “Dios me levanta”).
Se lee en 1 Henoc 20,1-7:
“Estos son los nombres de los santos ángeles que vigilan:
Uriel, que es el ángel del trueno y del temblor; Rafael, el (encargado) de los
espíritus de los hombres; Ragüel, el que castiga al universo y a las
luminarias; Miguel, encargado de la mejor parte de los hombres y de la nación;
Saraqael, (encargado) de los espíritus del género humano que hacen pecar a los
espíritus; 7 Gabriel, (encargado) del paraíso, las serpientes y los
querubines”.
Ya he indicado que estas altas jerarquías angélicas
interceden por los hombres (1 Henoc 15,2), revelan los secretos de Dios
referentes a la tierra y a los cielos (1 Henoc 60,11) y guían a los hombres
hacia el bien (Jubileos 4,15).
Entre los ángeles de la faz el arcángel Miguel desempeña un
papel de especial importancia en los Apócrifos y escritos coetáneos (Dn
10,13-21). Miguel hace de guía de Henoc en su visita al cielo: 1 Henoc 71,3. En
3 Baruc (griego) figura como clavero del reino de los cielos, el que recibe los
méritos de los justos, aerotransportados, y abre las puertas del quinto cielo.
En la Vida de Adán y Eva 13 (versión latina) es el
intermediario frecuente de Dios, y quien comunica a Eva y Set que desistan de
buscar el aceite que habría de curar a Adán, pues éste debe morir a los tres
días (en la misma obra, 40ss). En la versión griega sección 40, Miguel, junto
con Gabriel, Uriel y Rafael, envuelve el cuerpo de Adán en una sábana y lo
embalsama para darle sepultura.
En el Testamento de Neftalí 8,4 es Miguel el jefe de los
setenta ángeles que descienden del cielo para enseñar sus lenguas a las setenta
naciones que ocupan la tierra (tradición de Génesis 10). Miguel, como ya he
señalado, es en alguna tradición el ángel protector de Israel; así lo refleja
Dn 12,1: «Entonces se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo»;
cf. Dn 10,13-21: Miguel defiende a Daniel y los israelitas frente a los ángeles
de Persia y Grecia.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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Ángeles y demonios: cada nación tiene su ángel
custodio. IV.
https://www.religiondigital.org/el_blog_de_antonio_pinero/Angeles-demonios-nacion-custodio-IV_7_2724397538.html
12.11.2024
Escribe Antonio Piñero
Es cosa bien sabida que cada hombre tiene su ángel
custodio. Pero resulta que también cada nación lo tiene. Según Alejandro Díez
Macho, es posible entroncar esta idea con la tradición cananea acerca de que el
dios ’El (Alá en árabe, más tarde)
había señalado divinidades menores de su panteón para presidir los diversos
pueblos.
El origen bíblico de esta concepción de ángeles que
custodian o vigilan a las naciones se halla en Deuteronomio 32,8-9, cuya idea
básica es la siguiente: Dios distribuyó los pueblos entre los ángeles
reservándose para sí a Israel, como pueblo elegido y estableció las fronteras
de las naciones según el número de «los hijos de Dios» (= ángeles)”.
Al ángel de cada pueblo parece aludir Ben Sira
(Eclesiástico) 17,17:
«Puso un jefe sobre cada nación, pero Israel es la porción
del Señor». Esos ángeles de los pueblos pueden apartar a éstos de Dios.
El libro de los Jubileos 15,31 dice: «Muchos son los
gentiles y muchas naciones hay, todas suyas, sobre las cuales dio poder a los
espíritus para apartarlas de él».
He señalado ya que los ángeles que rigen el cosmos no
tienen que observar el sábado. … naturalmente. Este ejército enorme de ángeles,
de rango inferior, se ocupa tanto de la naturaleza como del servicio en
misiones concretas encomendadas por Dios relativas a los hombres dentro del
mundo.
Es una firme creencia de toda la apocalíptica de los
Apócrifos del Antiguo Testamento que los ángeles están presente en el universo
y actúan en él: cuidan de que la naturaleza siga su curso normal; rigen los
vientos, el trueno, los relámpagos, las lluvias (1 Henoc 60,11-22); las
estaciones, meses y días (1 Henoc 82,2-20); los ríos y mares, frutos, hierbas y
plantas (2 Henoc 8,4); Jubileos 2,2 menciona a los ángeles del viento de fuego,
del viento de niebla y de la atmósfera respirable, los de los vientos de hielo
y calor, y los del granizo, nieve, escarcha, trueno, relámpagos, es decir,
meteoros que aluden al invierno, primavera, verano y otoño, más otros vientos
del abismo, de la tiniebla y la luz, la aurora y el crepúsculo.
Naturalmente hay también ángeles gobernantes encargados en
especial de las estrellas, entidades más alejadas de estos fenómenos
meteorológicos cercanos (1 Henoc 72,1). Es probable que el pueblo considerara a
las estrellas como bolas de fuego, seres vivientes de algún modo que influyen
en el mundo. Estos seres son el ejército celestial de Dios Sebaot, el Dios el
Dios de los ejércitos, no los terrenales
sino los celestiales, el sol, la luna, etc. a los que los ignorantes
adoran (1 Hen 80,6; IV Esdras 6,3).
Dicho entre paréntesis: el Señor de los ejércitos
celestiales también gobierna los ejércitos terrenales si son de Israel: 1
Samuel 17,45: David dice a Goliat: “lucho ayudado por Yahvé, el Dios de los
escuadrones de Israel”.
En la concepción de los apócrifos del Antiguo
Testamento estos ángeles de la
naturaleza parecen confluir dos corrientes: los mitos e ideas folklóricas que
personifican las fuerzas de la naturaleza y la concepción veterotestamentaria
de los ángeles como mensajeros de Dios.
Hay una clase de ángeles que se denomina «los que no
duermen» o «vigilantes» (egrégoroi en griego, substantivo derivado del perfecto
griego del verbo egéiro, “despertar”: 1
Hen 18,13-16; 71,7). La calificación de «vigilantes» puede acaso estar
relacionada con la asimilación de los ángeles a las estrellas que no duermen o
con su disponibilidad para cumplir en todo momento la misión que Dios les
encomienda.
Más tarde el nombre de «vigilantes» designa a ángeles
malvados, los que están en un nivel angélico inferior, al contacto casi con la
tierra, y por eso pueden observar la belleza de las mujeres y desearlas. Por
ello en diversos libros apócrifos se designan como vigilantes a los ángeles
caídos que se unieron a hijas de los hombres del ya mencionado pasaje Génesis
6,1-4, leyenda ampliamente recogida en los libros de Henoc, Jubileos y
Testamentos de los XII Patriarcas.
Por lo dicho, se ve claramente que los ángeles intervienen
en la vida de los hombres y velan para que la historia siga el curso fijado en
las tablas celestes señalando a los humanos la voluntad de Dios y los vicios
que deben corregirse.
Así, por ejemplo, de los Testamentos de los XII Patriarcas:
El ángel de Dios revela a Jacob el crimen de Rubén (que se
acostó con la concubina de su padre: Bala / Bilhá: Testamento de Rubén 3,15),
crimen que debe corregirse;
Un ángel enseña a Rubén que las mujeres son más proclives
al espíritu de fornicación que los hombres (Testamento de Rubén 5,3);
Un ángel de Dios revela a José la maldad de la mujer
egipcia (Testamento de José 6,6);
Un ángel muestra a Judá que las mujeres dominan lo mismo al
rey que al mendigo (Testamento de Judá: 15,5);
Dios envía a un ángel que libra a José de las manos de
Simeón: (Testamento de Simeón 2,8);
Jacob ve en visión que un ángel, de la clase de las
«potestades» acompaña a Judá para que no sucumba (Testamento de Judá 3,10);
El ángel de Dios mata al malvado Er en la tercera noche de
su matrimonio (Testamento de Judá 10,2);
Un ángel dice a Judá que Leví ha sido preferido a él
(Testamento de Judá 21,5); un ángel guiará las tribus de Leví y Judá los
últimos días (Dan 5,4); los ángeles cuidan de los que hacen el bien (Testamento
de Nefalí 8,4);
En este quehacer los ángeles interceden por los hombres
ante Dios (1 Henoc 15,2 y 99,3); Miguel intercede por los hombres (1 Henoc
89,76); Gabriel también intercede (1 Hen 40,6-10). Pero esta función de
intercesores está relativamente poco subrayada.
Los ángeles hacen de intérpretes de Dios en las visiones
que este concede a algunos elegidos, cuyo contenido explican. Guardan a los
justos que han fallecido; es decir, para que su cadáver sea honorablemente
enterrado;
Pueden cuidar de enfermos y heridos, y algunos escuchan las
oraciones que se les dirigen (1 Henoc 9,2ss; 40,9; 100,4s; Jubileos 31,14). El
ángel de la paz (1 Henoc 40,8 y 52,5) conforta a Israel (T. de Dan 6,5) y
conduce las almas de los justos a la vida eterna (T. de Aser 6,6).
Los ángeles guardan a Eva (Vida de Adán y Evangelio
[griega] 7), de forma que, sólo al retirarse los ángeles al cielo junto con
Adán para la oración, puede el demonio acercarse a tentarla.
En suma, las funciones de los ángeles son de guía y
protección de los hombres; a veces, de castigo. Cada hombre tiene un ángel
custodio, como antes dijimos que tienen las naciones (2 Henoc 8,5-6). En
Jubileos 35,17 Jacob dice a su mujer, Rebeca, que teme que Esaú mate a su
hermano Jacob: “No temas por Jacob, pues su ángel custodio es mayor, más
fuerte, honorable y loable que de su hermano Esaú”).
Los Apócrifos del Antiguo Testamento –convertidos en dichos
y leyendas– son en realidad los que difunden ente los judeocristianos y luego
entre los cristianos a secas la figura del ángel de la guarda que ya aparece en
el Salmo 91,11 y en Tobías 5,62; sobre todo, el ángel de la guarda es propio de
los justos (l Hen 100,5). Jubileos, en 35,17 dirá que el guardián de Jacob es
mayor, más fuerte, honorable y loable que el de Esaú. En el Testamento de Jos
6,7, José invoca al ángel de Abrahán, ángel de la guarda que le protegerá como
a Pedro en Hch 12,15 y le hace salir de la cárcel.
Concluiremos pronto.
Saludos cordiales de Antonio Piñero